jueves, 11 de julio de 2024

La fábula del colibrí

Borré este texto sin querer
mientras iba a por 
agua al lago;
como el colibrí,
tuve que repetir el proceso 
infinidad de veces
por muy insignificante 
que pareciera mi labor.
De eso se trataba 
según la fábula,
de que cada una
aportara su parte 
a la comunidad.

La futura maestra 
sale a la calle a defender
ante un tribunal 
la dignidad de un barrio;
la anciana sin red
baja los cinco pisos 
de su bloque 
para ir a comprar 
sus medicamentos;
la tendera sobrevive
a la competencia 
con precios populares;
y la joven confronta al nazi 
para defender la diversidad.

La fábula del colibrí 
no es un descubrimiento,
es el hecho basado en la realidad
de que una vez se pudo
y por tanto,
se va a poder volver a poder.
No sé cuántos jaguares
te has cruzado por la selva,
pero sin duda fuiste
ejemplo y lección 
para cada uno de ellos.
Es la demostración empírica 
de que las fábulas y sus moralejas
son una bonita analogía 
entre los pájaros, las personas
y los flujos migratorios.

Quizá por eso 
hace tiempo 
comenzamos a amar 
a las aves,
como una inequívoca señal
de lo que se nos venía encima.
Todavía no sabes 
si el colibrí 
se posará en tu hombro,
en la parte más sensible
de tu espalda 
o en el brazo con el que
has imprimido más fuerza,
el izquierdo.
Pero sí sabemos
que el colibrí 
podría tatuarse tu cara
en su ala,
esa misma que bate
cuando necesita
acudir a lugares más amables.

Ayuso podrá 
abandonar a sus bomberos,
las que conforman
en Tribunal, 
no se solidarizarán con 
las compañeras opositoras,
pero el colibrí,
el colibrí no se olvida 
de dónde viene 
ni a quiénes se debe.
Es lo siempre,
actitud, voluntad y compromiso.
Enmarcar una defensa 
con el mejor ataque posible.
El discurso de tu vida.

La colibrí incansable
recorrió la selva 
para coger agua del lago
y dirigirse al incendio 
para intentar sofocarlo.
No sabemos cuántos
incendios provocarán 
o surgirán;
no sabemos si habrá
agua suficiente 
para calmar el calor;
no sabemos cuántas 
ni cuántos se querrán unir
a la tarea común;
Lo que sí sabemos 
es que ya no hay retorno
ya que tu indiosincrasia 
no le pertenece 
al mundo onírico,
sino al mundo terrenal 
en el que las historias
cada vez duelen un
poquito menos.

Feliz vuelo,
pero sobre todo,
feliz aterrizaje.
Has llegado a meta.

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