mientras iba a por
agua al lago;
como el colibrí,
tuve que repetir el proceso
infinidad de veces
por muy insignificante
que pareciera mi labor.
De eso se trataba
según la fábula,
de que cada una
aportara su parte
a la comunidad.
La futura maestra
sale a la calle a defender
ante un tribunal
la dignidad de un barrio;
la anciana sin red
baja los cinco pisos
de su bloque
para ir a comprar
sus medicamentos;
la tendera sobrevive
a la competencia
con precios populares;
y la joven confronta al nazi
para defender la diversidad.
La fábula del colibrí
no es un descubrimiento,
es el hecho basado en la realidad
de que una vez se pudo
y por tanto,
se va a poder volver a poder.
No sé cuántos jaguares
te has cruzado por la selva,
pero sin duda fuiste
ejemplo y lección
para cada uno de ellos.
Es la demostración empírica
de que las fábulas y sus moralejas
son una bonita analogía
entre los pájaros, las personas
y los flujos migratorios.
Quizá por eso
hace tiempo
comenzamos a amar
a las aves,
como una inequívoca señal
de lo que se nos venía encima.
Todavía no sabes
si el colibrí
se posará en tu hombro,
en la parte más sensible
de tu espalda
o en el brazo con el que
has imprimido más fuerza,
el izquierdo.
Pero sí sabemos
que el colibrí
podría tatuarse tu cara
en su ala,
esa misma que bate
cuando necesita
acudir a lugares más amables.
Ayuso podrá
abandonar a sus bomberos,
las que conforman
en Tribunal,
no se solidarizarán con
las compañeras opositoras,
pero el colibrí,
el colibrí no se olvida
de dónde viene
ni a quiénes se debe.
Es lo siempre,
actitud, voluntad y compromiso.
Enmarcar una defensa
con el mejor ataque posible.
El discurso de tu vida.
La colibrí incansable
recorrió la selva
para coger agua del lago
y dirigirse al incendio
para intentar sofocarlo.
No sabemos cuántos
incendios provocarán
o surgirán;
no sabemos si habrá
agua suficiente
para calmar el calor;
no sabemos cuántas
ni cuántos se querrán unir
a la tarea común;
Lo que sí sabemos
es que ya no hay retorno
ya que tu indiosincrasia
no le pertenece
al mundo onírico,
sino al mundo terrenal
en el que las historias
cada vez duelen un
poquito menos.
Feliz vuelo,
pero sobre todo,
feliz aterrizaje.
Has llegado a meta.
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