porque nadie está libre
de cagarla,
y te das cuenta
que estar a la altura
requiere no bajar la guardia
por mucho que
no haya habido
mala voluntad.
Es otro aprendizaje
del que se puede huir
por inmadurez,
o que se puede abrazar
como un toque de atención
justo y pertinente.
Hay que ser
muy valiente
como para coger
las riendas y que te
lo digan a la cara,
con un estilo
tan respetuoso y necesario
que casi que te deja
en peor lugar.
Pero es que encima
lleva razón.
Algo molesta,
le resulta inoportuno,
te coge por banda
con empatía
y te pone en tu sitio.
FIN.
Una lección
con los pasos adecuados
sin resquicios
para la contra argumentación,
porque no la hay.
La aceptación
tiene que ver con la humildad,
el reconocimiento
tiene que ver con la honestidad
y el perdón tiene
que ver con la justicia.
Dan igual las circunstancias
o la gravedad subjetiva
de los hechos.
Cuando alguien
llama a tu puerta
y la abres desde el acogimiento,
solo te queda
recibir a ese alguien
con los cinco sentidos asertivos.
Claro que no es plato
de buen gusto,
claro que genera malestar,
culpa y remordimiento,
claro que incluso
origina cierta vergüenza,
pero el reto es asumir
la equivocación,
escuchar atentamente
y responder con el ánimo
de mejora.
Al final es una suerte
que las que tengan
que venir a decirte cosas
desagradables,
lo hagan con amabilidad
y con la pura intención
de que de una vez
y por todas
dejen de resultar desagradables.
Por eso insisto
que en este caso,
en que es irrelevante
per se
la subjetividad
del que yerra,
si te dicen para,
primero paras
y luego reflexionas.
Los límites que nos ponen
no son ataques,
son demandas
que necesitan ser atendidas.
Si es sí,
pero aún más importante
es el no es no.
Aunque venga de una chiquillada
de la que pensabas
o justamente no pensaste
que podía trascender
con otras implicaciones
que no valoraste.
Está igual de mal
y es igualmente erróneo,
especialmente cuando
la víctima es alguien
a quien quieres.
El perdón por delante,
el perdón sincero,
el perdón presente
y el perdón público,
no por exhibirse
sino por la resiliencia
de exponerse.
Una chiquillada
no tiene la pretensión
de infantilizar
el ambiente ni a las personas,
pero sí que puede
coger derivas
que no son interesantes para nadie.
Lo siento.
Aquí un texto sobre la redención,
las nuevas oportunidades,
y el poder de decidir.
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