miércoles, 26 de junio de 2024

Una chiquillada

Cuando la cagas,
porque nadie está libre
de cagarla,
y te das cuenta 
que estar a la altura 
requiere no bajar la guardia 
por mucho que 
no haya habido
mala voluntad.
Es otro aprendizaje 
del que se puede huir 
por inmadurez,
o que se puede abrazar 
como un toque de atención 
justo y pertinente.

Hay que ser 
muy valiente 
como para coger
las riendas y que te
lo digan a la cara,
con un estilo 
tan respetuoso y necesario 
que casi que te deja 
en peor lugar.
Pero es que encima
lleva razón.
Algo molesta,
le resulta inoportuno,
te coge por banda 
con empatía 
y te pone en tu sitio.
FIN.

Una lección 
con los pasos adecuados 
sin resquicios 
para la contra argumentación,
porque no la hay.
La aceptación 
tiene que ver con la humildad,
el reconocimiento
tiene que ver con la honestidad 
y el perdón tiene
que ver con la justicia.
Dan igual las circunstancias 
o la gravedad subjetiva
de los hechos.
Cuando alguien
llama a tu puerta 
y la abres desde el acogimiento,
solo te queda
recibir a ese alguien 
con los cinco sentidos asertivos.

Claro que no es plato 
de buen gusto,
claro que genera malestar,
culpa y remordimiento,
claro que incluso 
origina cierta vergüenza,
pero el reto es asumir 
la equivocación,
escuchar atentamente
y responder con el ánimo 
de mejora.
Al final es una suerte 
que las que tengan
que venir a decirte cosas
desagradables,
lo hagan con amabilidad
y con la pura intención 
de que de una vez
y por todas 
dejen de resultar desagradables.

Por eso insisto 
que en este caso,
en que es irrelevante 
per se
la subjetividad 
del que yerra,
si te dicen para,
primero paras 
y luego reflexionas.
Los límites que nos ponen 
no son ataques,
son demandas
que necesitan ser atendidas.
Si es sí,
pero aún más importante 
es el no es no.
Aunque venga de una chiquillada 
de la que pensabas 
o justamente no pensaste 
que podía trascender
con otras implicaciones
que no valoraste.
Está igual de mal
y es igualmente erróneo,
especialmente cuando 
la víctima es alguien
a quien quieres.

El perdón por delante,
el perdón sincero,
el perdón presente 
y el perdón público, 
no por exhibirse 
sino por la resiliencia 
de exponerse.
Una chiquillada 
no tiene la pretensión 
de infantilizar
el ambiente ni a las personas,
pero sí que puede
coger derivas
que no son interesantes para nadie.
Lo siento.

Aquí un texto sobre la redención,
las nuevas oportunidades,
y el poder de decidir.

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