viernes, 28 de junio de 2024

Se le mueve un diente 🦷

Se le mueve un diente
es una de las cosas
más terroríficas 
que le ha pasado nunca.
El miedo es libre 
al mismo tiempo que oprime.
El miedo no se elige,
se padece y te desarma.
El miedo es un derecho
pero no es un derecho
que los demás 
te hagan pasar miedo,
eso nunca.

Salió del cole compungido
en busca de que alguien 
le diera un abrazo.
Su maestra fue la primera 
en ser consciente,
pero me consta
que hay maestras 
de segundo ciclo de infantil
que no dan abrazos,
no quiero ni pensar en Primaria.
A nadie le deberían 
rechazar un abrazo
cuando lo necesita,
a nadie.

El terror ante lo desconocido,
el pánico por una sensación extraña,
el pavor de experimentar 
algo nuevo y sorprendente
a través de la adrenalina del susto.
Como en esos episodios
donde sueñas
que se te mueve la boca entera,
desprendiéndose los dientes
uno a uno
sin poder evitarlo.
O en esos en los que urge huir
sin mirar atrás 
pero de repente 
no te puedes mover,
paralizado cada músculo de tu cuerpo.
Debe parecerse 
a una de las posibles reacciones 
o inacciones ante una agresión sexual.

A partir de ahí,
le dotamos de decenas
de explicaciones,
de respuestas ante
sus preguntas nerviosas,
de contacto por si el contacto 
le sirviera de algo.
Debe ser parecido 
a cuando te desturyen una idea,
o a cuando te sientes
falto de estrategias,
o a la angustia más absoluta 
derivada de una soledad no buscada.

Sus hipótesis se preguntaban 
si podría correr o saltar
con el diente en ese estado;
si podría seguir comiendo 
o bebiendo;
qué pasaría si se lo tragaba,
o si lo perdía por la noche.
Un miedo irracional 
a que la boca se le desmontara.
Bien poco le importaba 
la posible recompensa 
de la visita del Señor Pérez.
Y lo entiendo,
es como cuando te queda 
un mes para el examen
y el resultado no te incomoda 
porque lo que te hace sufrir 
es el camino del proceso.

De algo que culturalmente 
hemos dicho
que tiene que se mágico,
a la realidad de mudar un diente
porque el crecimiento
es inevitable y por tanto 
ha de tomarse como 
una gran noticia.
Yo no me acuerdo 
de la historia de la caída 
de mi primer diente,
pero si se pareció a esta
no me extraña 
que lo haya querido olvidar.

Tuvieron que pasar 
tres días para que se fuera
relajando,
para asimilar muy poco a poco 
esa situación insólita para él.
Y la normalidad volvió 
con dos o tres momentos al día 
en los que te pregunta 
si se le mueve más el diente,
nada más.
De nuevo ha sido curiroso
descubrir formas diversas
de tomarse las cosas,
está vez desde la pura inocencia 
y la extraña sensación 
de experimentarlo por primera vez.

A ti se te va a caer el diente,
pero a nosotras 
se nos sigue cayendo la baba
sin que nos dé una pizca 
de vergüenza.

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