pero como todo
lo que se planifica,
nada sale como pensabas.
El mayor y yo
salimos a ganar
por la mañana.
Un clamor popular y de barrio
que emociona a cualquiera.
La carrera era lo de menos,
la comunidad lo fue todo.
Mamá hace casi un año
que salió a correr
y todavía
no se ha parado a descansar,
por sus ovarios.
La pequeña ganó
desde que nació,
con Miraflores de fondo
y una tarta de cumpleaños.
Son muchas finales
que no son más que excusas
para vivirlas
de formas emocionantemente
distintas.
Y esta la pasamos en cama,
con náuseas y fiebre,
pero la volvimos a ganar.
Más allá del fútbol,
que vuelve a ser lo de menos,
la decimoquinta
coincidió
con su tercera posición in extremis
y con que yo acabé
los dos kilómetros trescientos.
A veces, los eventos
son solo eso,
eventos
que nos hacen recordar mejor
que cosas nos pasaron
ese día.
Y eso es lo que me pasa
con las finales,
que me acuerdo con quién estuve,
dónde y lo que hicimos.
Porque me gustan las previas
y las sobremesas,
los goles en el descuento
y la alegría demedida,
compartir una pasión
en desuso desde
hace muchos años
y seguramente
debido a muchos motivos.
La decimoquinta
no es importante
más que para los multimillonarios.
Es una falacia eso
de que une comunidades
por compartir algo en común.
Pero algunas,
las celebramos por tradición,
por esa cultura de infancia
que hizo que todos
que todos los domingos
fueran fiesta.
Desde que existe
La Mariana,
cambió nuestra suerte
y seguramente la suya.
Los trajes del Madrid
no son porque lo sean,
sino porque se los ha
regalado el abuelo,
y porque es fresquito,
y porque la gente
les dicen cosas.
En casa no se ve fútbol,
pero se juega
en un pasillo inexistente
donde la puerta de casa
es una portería
y el cerco de la cocina
es la otra.
La decimoquinta
no es un hito
para un club-empresa,
es que la abuela
nos haga caracoles y gallinejas,
es vestirnos igual,
es gritar de alegría,
es irse a dormir
con sabor a victoria.
Es levantarse por la mañana
con nervios y con ganas
de afrontar el sábado.
Los héroes no son ellos,
somos nosotras.
Al día siguiente,
domingo,
seguimos con la vida,
con nuestra rutina,
nuestros éxitos y nuestros fracasos.
También con nuestras
contradicciones,
nuestros pasos desafiantes
y nuestros descubrimientos.
Seguirá habiendo dolor,
injusticia y tristeza,
pero también motivos
de sobra para celebrar
que al mismo tiempo
que somos una más,
hay un todo
que nos hace especiales.
Y eso no es gracias
a la decimoquinta,
es gracias a las cosas
que nos hacen sentir bien.
_A la decimoquinta_
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