es la rampa de los deseos.
La hemos subido y bajado
de todas las maneras posibles,
con autonomía, en brazos,
a gatas, de espaldas,
siempre con ritmos
tan diversos
como descubrimientos
deparaban los días.
Pudimos hacerlo,
durante los primeros
días de septiembre,
de forma progresiva
para que la comida y la siesta
no se te atragantaran.
Del mismo modo
ocurrieron las separaciones,
eventos trascendentales y diarios
para los que ya estabas preparada.
Si con B y con C
aterrizaste y te desplegaste,
con A y con B (otra B)
te consolidaste y te explayaste.
Sabías que al mirar
por la ventana
no solo podías contemplar
el huerto, los trenes
o al gato,
sino que podías
ver a papá ejerciendo
los cuidados con otr@s niñ@s
que lo necesitaban tanto como tú,
quizá más,
por eso de no ser hereder@s
de un privilegio tras la sentencia dada.
Tardaste cero coma
en vincularte,
no porque solo dieras
el permiso sin pensártelo dos veces,
sino porque A y B
también estaban exquisitamente
preparadas para ponértelo
en bandeja.
Qué trabajo de acompañamiento
conscientemente planificado
y verdaderamente disponible.
Una especie de compromiso
no escrito que siempre
pacta con ambas partes
hasta generar un bienestar inaudito.
Es entonces cuando concluimos
que se ha construido
el vínculo
y que a partir de ahí,
serás y te mostrarás
como tu propio desarrollo
marque el camino, los ritmos
y las derivas.
Fuiste posicionándote
con el paso de las
semanas y los meses
mientras te crecía el pelo
y tus grandes ojos abiertos
impactaban en la gente.
Pasaste del silencio precavido
que requiere la observación
y el análisis
para empezar a manifestar
expresamente tus demandas
e intereses.
Te hiciste hueco
por donde pudiste
o quisiste
con la mirada adulta
amparándote en tus caídas,
tus conflictos y tus conquistas.
B, que estaba de paso
pero te caló bien hondo,
se tuvo que marchar
a otros menesteres
más que importantes.
B te cuidó desde la distancia,
sin tocarte, cuando la única A
de tu vocabulario no estaba cerca.
Se cercioró de que tu bienestar
existiera por encima
de cualquiera otra cosa
y se marchó tan agradecida
como colmada
de todo lo que pudo
poner en práctica.
A, que ha sido siempre
el eslabón más fuerte
de esta cadena,
se encargó de arrimaros
para sujertaros tan fuerte
que no sentiste
en ningún momento
la posibilidad de abandono.
Llegó la otra A,
seguramente la torre
más alta que viste nunca
y desde abajo hacia arriba,
con una madurez extraña
para la edad que tienes,
te convenciste pronto
de que sería otro
de tus cuentos preferidos.
Mientras tanto,
tu primera A del vocabulario
remando a favor
y manteniendo la casa intacta;
una casa que os la construyó
ella desde cero,
con una base tan sólida
como los cimientos
que necesitamos todas
para sentir la confianza
que nos empuje a seguir avanzando.
Tú seguiste explayándote
y poniendo encima
del dispositivo de movimiento
todos tus potenciales.
La segunda A, la más alta,
tuvo que marcharse
por inconvenientes de la vida.
Fue fugaz y efímera,
pero lo suficientemente buena
como para que descolgaras
el teléfono y la llamaras preocupada.
En esas llegó L, casi de rebote
y con acento para sumarse
a una trayectoria
circunstancialmente única.
Otra vez que A tuvo
que reinventarse
para que familias e infancia
siguiéramos sintiéndonos
en casa.
Y vaya si lo consiguió.
Encajaste de nuevo
las piezas de un puzzle
diverso y mágico,
con todas tus resistencias,
dudas y miedos,
pero nunca contradiciéndote,
MIRAFLORES.
Y te situaste de nuevo
en la casilla de salida
esta vez para correr
más rápida y coordinada,
saltando con los pies juntos
bien profundo.
Aceptaste el reto,
las aceptaste a ellas
y la simbiosis se produjo
de una forma tan natural
como pasmosa.
Sorprenderse es de valientes
y de antifascistas
y todas vosotras sois
valientes y antifascistas.
Acaba el curso
y no te han contado
más que verdades
en estos meses.
Pero no solo eso,
sino que has aceptado construirte
a semejanza de cómo te han acompañado.
Ya me encargaré yo
de contártelo durante
toda la vida.
Pero hay una verdad más,
y es que A,
la única A posible,
te seguirá acompañando
el curso que viene,
esa es tu suerte,
es nuestra suerte.
Tú certeza de este año
seguirá siendo tu certeza
del curso que viene
para el vínculo único
qué habeis creado
se siga fortaleciendo,
para que seáis espejo,
para que seáis
salvavidas y paracaídas
de las causas perdidas.
¿Sabes, hija?
Yo me monté con tu A
en Las Nubes
hace mucho tiempo.
Ocho años después,
es ella la que te lleva
agarrada por la tripita
mientras tu pelo
revolucionario
le toca su cara
y mientras tu espalda
se sujeta con su pecho
para no sentir nunca
la soledad del vacío existencial.
Eso que te llevas,
eso que se lleva,
eso que nos llevamos.
La gente sabe lo que siente,
pero papá te lo escribe
para que no se le olvide a nadie,
absolutamente a nadie.
Eso es lo que me diferencia.
_A Gala y sus tutoras Berta, Ainhoa,
Lupe y a Ana, que las reúne a todas_
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