El hombre blanco, caucásico,
heterosexual, millonario
y con un cargo de poder máximo,
es la verdadera víctima.
Te pedimos perdón,
Don Rubiales,
por el capricho de asesinarte
pública y socialmente.
Perdónanos, Señor,
nuestros pecados
y nuestras serias dudas
de ponerte en evidencia
por tus hechos televisados.
Seguramente lo hayamos
tergiversado
o no tengamos
el contexto suficiente.
Perdónanos,
por el rechazo y la repugnancia
que hemos sentido
al cogerte tus putos huevos
sudados de la caverna más rancia,
todas nos vimos representadas
en tus escrotos.
El problema no fue el gesto,
fue que lo hizo
cerca de sangre real,
se nos va de las manos, peña.
Perdónanos también,
por cogerte en brazos,
amarrarte y darte consentimiento
para un piquito según tus declaraciones,
no sé cómo nos atrevemos.
Perdónanos
por no sumarnos
a tu intento de disculpa,
por no salir a tu lado
con sonrisa de miedo
y ojos llorosos.
Perdónanos por joderte la vida
y que tu integridad de faccineroso
se haya visto damnificada.
Perdónanos
por desconocer las bases
de tu feminismo
y de nuestras gilipolleces,
perdona a tus hijas,
que por el simple hecho
de que seas su padre,
te aplauden angustiadas.
Perdónanos por no saber encajar
tu chulería y prepotencia,
por no poder con el peso
de tus huevos encima de la mesa,
por tu extrema derecha,
y pídeles disculpas
a tus lacayos,
esos que emocionados
y empalmados,
aplaudían tu discurso
como si sus vidas fuera en ello.
Debe ser por el puesto,
el de seleccionador,
el máximo responsable,
a los señores Vidal, De la Fuente
e incluso Luis Enrique desde París.
Seguro que una mujer entrenadora,
jamás os llegaría a la altura
de los zapatos.
Perdónanos Rubiales,
por sembrar la duda
con tus negocios
y tu puesto de responsabilidad,
por regodearte con jeques "feministas"
y "demócratas"
para disputar un partido
entre dos equipos de tu país.
Seguramente nos hayamos
equivocado y precipitado
a la hora de juzgarte.
Hincamos rodilla
y te comemos la polla,
si quieres,
como si para nada
fuéramos personas
agredidas que no han dado
su consentimiento.
De verdad que nos arrepentimos
de nuestros actos
y de que toda la prensa,
hasta la más cavernaria,
te haya puesto un punto de mira
en la cabeza.
No tenemos la certeza
de que las cosas estén cambiando,
por si acaso y pese a tus hijas,
que ojalá no sufran en el futuro
a un acosador como su padre,
contradigo este texto de disculpas
y te deseo la muerte,
hijo de puto,
con O de masculino y bien machito.
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