que solo había dos normas:
la primera no gritar
cerca de los animales;
la segunda no lanzarles comida
sino ofrecérsela con
la mano extendida.
Nuestras tres amigas yeguas,
Chico, Chica y Chique,
cuando nos levantamos
y vemos el monte Susaron.
Fuimos a darles zanahorias
y se llevó el susto
de su vida,
porque aunque son
muy independientes
y los animales son muy nobles,
siguen necesitando acompañamiento,
esa fue la lección.
Cuando Chica intentó
coger el cacho de zanahoria,
enganchó su mano
y tiró de él con fuerza.
Yo también tiré
y el dedo casi se queda
a medio camino.
Anecdóticamente,
después del drama,
no todo el mundo
puede decir
que casi le come un caballo.
El mordisco dolió muchísimo
en el sentido más físico,
pero en el emocional
también lo sufrimos.
Él con la decepción
de que le hubiera hecho daño
uno de los animales
de los que estaba enamorado.
Yo con la culpa
y la responsabilidad
de no haberme hecho cargo
de la situación
desde un primer momento.
Minutos antes
le había dicho
que con papá y con mamá
jamás le pasaría nada,
y no le mentía,
pero no estaba bien
ajustada a la realidad.
Las expresiones
o las formas de hablar
no se pueden tomar a la ligera.
Claro que le pueden pasar cosas
malas o desagradable
incluso cuando mamá y papá
están cerca,
pero hay menos probabilidades,
ese es el matiz.
Como cuando padece fiebre,
deseé que fuera mi mano
la que se hubiera
llevado esa agresión involuntaria,
quise desangrarme
por todos los costados
y que sus gritos de pánico
fueran solo un sueño.
Me imaginé todo su dolor
dentro de mi estómago
hasta el punto de explotar
en mil partes.
Cuando eres padre,
lo que más te duele
es precisamente
lo que le duele
a tus hij@s,
esa es la otra lección.
De urgencias al pueblo
de al lado
mientras atravesábamos
un pantano medio seco,
lleno de curvas y
con tres túneles.
Era tanto el sufrimiento,
que se durmió
como se duerme
un bebé en brazos
de su madre.
Yo le miraba
y le acariciaba
y le pedía perdón
con toda la fuerza
de mis iris.
Las sanitarias de Boñar,
más comunitarias y públicas
que una biblioteca municipal,
le acogieron con ternura
y profesionalidad,
relatándole la autenticidad
de los acontecimientos
mientras intentaban calmarle
hablando de Pokemons.
Más gritos desgarradores
para el alma,
no porque le hicieran daño,
sino por el miedo instintivo
de un cachorro
ante lo desconocido.
También estuve ahí, con él.
Intentando redimirme
en cierto sentido
mientras le agarraba
fuerte su mano derecha,
la intacta.
Le besaba y le cogía
la cabeza para evitar
que viese su dedo
maleherido,
pero lo que realmente
tenía dañado
era el corazón,
lo sentí como una punzada
contra el mío.
Una mezcla de disgusto,
decepción e inclusio traición,
sensaciones inevitables
que se suceden durante la crianza.
Más allá de las heridas,
las articulaciones bien, gracias,
aunque perderá la uña
con el paso de las semanas.
Lo que también perdió,
fue la inocencia,
por el momento,
de percibir a Chica
como su amiga.
Yo perdí un poco de confianza
en mí mismo,
también momentáneo,
y empecé con dolor de tripa
y náuseas por la noche
a modo de autocastigo.
Su fortaleza
le permitió dormir del tirón,
yo, más pequeño, ambiguo
y avergonzado que nunca,
dormí a trompicones
deseando que solo
hubiera sido un mal sueño.
Pero las cosas pasan
y hay que procurar
rehacerse y tirar pa'lante.
Como dije en el texto anterior,
"hay que procurarse lugares felices"
pese a toda la oscuridad
que nos atrae y nos seduce.
Esta herida la curará el tiempo,
los aprendizajes son de por vida,
esta es mi última lección.
_A Chica y Enzo, dos amigas
que se han dado un tiempo _
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