en un artículo
que defendía
que la hiperproductividad
es la mayor pandemia
del Siglo XXI,
y no puedo estar más de acuerdo.
Estoy fatigado
de ver a mi alrededor
cómo la gente se excusa
e intenta autojustificarse
cuando decide parar,
sentarse y contemplar
el tiempo pasar
sin hacer nada.
¿Cómo que son hacer nada?
Estás dándote el respiro
que te mereces
después de tu trabajo precario;
estás reponiendo fuerzas
tras acompañar
la intensidad de la crianza;
estás descansando
tras una jornada durísima
de cuidados a personas dependientes;
o te estás tocando el coño
porque sí,
ya que es una forma
de ventilar tu salud mental.
Cuando hablamos
de procurarse lugares felices,
no solo es en el sentido literal,
sino que ese lugar
puede ser una persona,
un objeto,
una reflexión
o incluso un recuerdo.
Un lugar feliz
no es solo ese entorno
con una cascada
y vegetación
entre sol y sombra
para que puedas elegir
lo que más te apetece;
un lugar feliz puede ser
esa llamada de desahogo
con tu mejor amiga,
retomar el libro
que empezaste con ganas
pero que dejaste
por falta de tiempo,
o esa serie que encontraste
por azar.
Un lugar feliz
puede ser esa estampa
que descubres
cuando observas en silencio
a personajes anónimos
que ni te van ni te vienen.
Puede ser ese plato
de comida que hacía mucho
que no probabas
y que te recuerda a tu abuela.
Puede ser ese momento
en el que te balanceas
en el columpio del parque
con tu hij@ en el regazo.
Procurarse lugares felices
es de valientes
y de personas competentes.
Es de justicia divina, social
y/o económica,
blindar esos espacios
de paz y alegría
que te reconfortan.
Un lugar feliz
también es ese sentimiento
que te infla el pecho,
te llena los ojos de lágrimas
y deja tu mente en blanco.
Es respirar profundo
y exhalar el alambre
que te pincha el corazón.
Podría ser ese argumento,
que conveza o no,
es personal e intransferible,
y se escribe convenza
porque se conjuga
como el verbo vencer,
y no como el de agradecer.
Porque a veces,
y esto no quiere decir
que pierdas los modales
o faltes el respeto,
antes que dar las gracias,
tendríamos que señalar
y poner en su sitio
a los que te hacen
padecer o sufrir.
Esto también es procurarse
un lugar feliz,
el de confrontar
a los que te hacen daño,
el de combatir las desigualdades,
el de ser solidaria en esencia,
sin esperar nada a cambio.
Nos han metido la culpa
con calzador
hasta conseguir
que sea un sentimiento
que marque nuestro día a día,
nuestra rutina,
nuestra cotidianeidad.
Nos toca redefinir
nuestros lugares felices
y tomarnos en serio
lo que nos hace falta,
lo que llevamos tiempo buscando
y lo que creemos merecer.
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