Este año aprendí
que jugar es vivir,
por tanto, para que puedan vivir,
necesitan jugar,
es decir,
que no es tanto
que ell@s juegan
como que ell@s viven.
Yo no soy especialmente jugón.
Reconozco mi mediocridad
a la hora de incluirme
en el juego,
quizá me desprendí
de infante demasiado pronto
y ahora me pasa factura.
Por suerte disponen
de otras personas fundamentales
que sí que saben jugar
como a ell@s les gusta,
complaciendo sus ansias
de relacionarse, de aprender
y en definitiva de vivir
a través del juego.
Por poner un ejemplo,
yo nunca he jugado a lo bruto
con mis hij@s,
cosa que les encanta,
por eso cuando
se topan con alguien
que les da rienda suelta
a sus deseos más físicos,
ell@s flipan y se desgañitan.
Yo cumplo más la función
de estructurar
con un relato
cuyas palabras
no conocen ni la mitad,
pero que no me disuade
en no utilizarlas
porque pronto serán
importantes y decisivas
en el mundo se sus ideas.
Yo no juego gritando
pese a que ell@s
tengan esa necesidad de proyección,
porque me fijo más,
racionalmente,
en dónde puede estar
cierta necesidad
o cierta demanda.
Quizá no tenga paciencia
para manualidades,
me cueste ponerles voz a los muñecos,
o sienta pudor al tener un
rol de superhéroe.
Pero sé contar cuentos
de una manera deliciosa,
sé acompañar con la mirada
y con la palabra justa,
y puedo compensar la intensidad
del momento con una sola caricia.
Quizá no pegue saltos gigantes,
ni tenga visión
para terminar un puzzle
y me cuesten los peluchitos
con sonidos a pilas;
pero sé estar a la altura,
tumbado, sentado o de cunclillas,
sé explicales las normas
de manera sencilla y concisa
y sé mediar, facilitar o habilitar
ante los conflictos que surgen.
Puede que se me den
mal las construcciones,
que no me quepan los disfraces
o que la habitación,
a veces, se me haga gigante;
pero les llevaré siempre caminando,
contándoles historias inverosímiles
y dibujando justo
el dibujo que no saben
explicarme con palabras.
Os puedo enseñar
el nombre de las palomas,
a qué árboles pertenecen
las hojas que cogéis del suelo
o porque esa persona mayor
puede que necesite ayuda.
Os contaré por qué es importante
recoger las mierdas de los perros
que casi pisamos,
por qué esos dos chicos
también pueden ir de la mano
o por qué es importante saludar
cuando entramos a un sitio.
Yo estoy más en ese plano,
en el de daros contextos
en las distintas realidades
que os vienen,
en la de daros la explicación pertinente
que aporte seguridad y confianza,
en la de motivaros
vuestra propia iniciativa
y animaros a tomar
vuestras propias decisiones.
A lo mejor no juego
al pilla-pilla en el parque,
pero intentaré mostraros
el valor de presentarse
a un desconocido
para iniciar juegos con l@s iguales.
Puede que no me suba a los árboles,
pero os llevaré a sitios
donde podáis hacerlo sol@s,
con el debido respeto
al medio ambiente.
Puede que yo no sea el mejor
jugando,
pero siempre tendré
nuevas alternativas que ofreceros
cuando os quedéis en blanco
o paralizad@s.
Siempre os estaré mirando
aunque no reclaméis mi mirada,
en ese salto,
en esa carrera,
en ese rol ficticio
que tanto les gusta adoptar.
Sé que no soy ningún
crack cuando estamos hablando
de jugar,
pero soy el mejor
en ofreceros entornos
para explorar,
retos que podéis
decidir conquistar,
o descubrimientos
con los que nadie contaba.
Cada un@ juega a su manera,
pero lo más importante
es conocer los propios límites
y saber por dónde poder atajarlos
para seguir intentando
vivir y jugar colmados, felices, humildes.
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