jueves, 23 de febrero de 2023

Treinta y cinco datos (más) sobre Edu Vacas

Aprovecho mi trigésimo quinto
aniversario
para hacer pública
mi primera expansión
del juego de mesa.
Un DLC gratuito
de este videojuego
al que juego todos los días.
Una secuela del libro
que nunca escribí.
Vamos con ello aunque sea burdo:

He vuelto del sofá a la cama,
al roce de su cuerpo, 
calentitas las orejas.
Ahora, siento más frío que nunca,
por eso a veces duermo
con calcetines.
Del exilio siempre
se vuelve con secuelas,
de ahí lo de dignificar
la memoria.
Me nutro exclusivamente
el presente,
recogiendo cada vez menos
del pasado y pensando poco
en el futuro.
Casi no sueño.
He recuperado
el verbo dibujar
para hacer las portadas
que tenía pendientes.
Rara vez me ducho a solas
por eso de amortizar
el tiempo y las tareas.
Cuando me percato de la luna,
la lanzo todos los besos
que puedo.
Siempre se me dio mal
lo de los autocuidados,
por eso tengo las rodillas y 
los codos de color blanco,
de las manos ni hablamos.
La barba sigue siendo
el elemento físico
con el que más agusto me encuentro,
desatendida y poblada,
pero una seña de identidad
inequívoca;
quién me conozca sin barba
no me conoce,
y quien me haya visto
alguna vez,
espero que lo haya olvidado.
De la ceja izquierda
me sale un pelo súper largo
que de vez en cuando
me cortan.
Sigo comprando libros
y música
para los que no saco tiempo.
Ya solo escribo en digital,
porque mi itinerario
de transporte público
ahora es compartido
con mi hija.
Me he vinculado más y mejor
desde que volví a la cama.
Es una realidad que el cachorro mayor
ya no me precisa tanto.
Casi siempre estoy cansado
se me note más o menos.
Mi cara sigue sin engañar,
pero sigue siendo igual
de educada.
Mis mejores amig@s
han tenido sus primer@s hij@s
y me resulta imposible
dedicarles el mismo tiempo
que les dedicaron ell@s
al mío.
Disfruto mucho con mi trabajo,
puedo decir que soy feliz,
llevo demasiado tiempo en racha.
No lo siento,
pero sé que desde hace tiempo
el corazón me late más deprisa.
No me da vergüenza acostarme
a las 20.00;
tampoco presumo por levantarme
a las 04.00. 
Barro mi casa
y no guardo la mierda
debajo de la alfombra
y si te quiero,
barreré y limpiaré
también la tuya.
Mi persona favorita y yo,
a veces,
parecemos compañeras de piso,
sabemos que es temporal
y que nos queda toda la vida.
Mis animales envejecen
a la sombra del crecimiento
de mis hij@s.
Cada vez me cuesta menos
decir las cosas claras a la cara,
ya no me cuesta nada
mandar a la mierda a alguien.
Fumo menos,
mucho menos
de lo que me gustaría. 
No echo de menos 
tomar cerveza,
pero sí que me muero
por ver una buena película
del tirón.
El bilingüismo me parece
una estafa piramidal
y los colegios públicos
un sistema de criptomonedas.
Mi mayor enemigo es el nazi. 
Creo que se me ha olvidado correr,
nadar y montar en bici.
Todavía siento gusto
cuando pico mi abono transporte.
Entre diario
no me quito el chándal
y en finde utilizado los
mismos vaqueros.

Por último, como dato 35,
es el primer cumpleaños
que comparto con mi hija,
por lo que a partir de ahora
quedas excusad@ de llamarme,
escribirme o pensarme.
Es uno de los regalos
que me ha hecho Gala,
el de no tener la presión
y el compromiso
de rendir cuentas
en un día
que hace ya mucho
dejó de importarme.
Ahora me importa
de otra manera,
y la manera 
son sus cuatro letras.

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