en el despacho
que íbamos a trabajar juntas,
nos dimos un beso y un abrazo
como si nos conociéramos
de toda la vida.
Ella ya lo sabía
por eso de formar parte
de la cooperativa
y su actitud fue tan premonitoria
que supe que sería
como volver a casa.
No se me olvida
que fue gracias a ella
por quien me reconcilié
con un cielo lleno de cirros
que por aquel entonces
no me parecía tan amable.
Por eso la celebro todos los días,
por eso, y porque enseguida
pasó a formar parte
de mi listado de personas favoritas.
No es ninguna desconocida
en el ámbito de mi refugio,
de hecho,
es quien más homenajes
públicos ha recibido
de este contexto
del que por fin,
yo también me siento parte.
Cada vez que sonríe
se muere un nazi
y eso es impagable.
Parimos dos Pandillas
y una pandemia global
que hubiera acabado
con cualquiera,
pero entre otras cosas y personas,
ella fue mi salvavidas
de las balas perdidas;
tenemos pendiente
compartir camiseta de La M.O.D.A
y surfear juntas
la inmensidad del océano.
Nos comimos digitalmente
por dentro y por fuera;
no se me olvida
cómo limpiamos los materiales
aquel último día
pensando en que solo
estaríamos separadas
una semana.
Finalmente fueron tres meses
que nos robaron
hasta que nos reencontramos,
físicamente, en aquel párking
para dar rienda suelta
a un abrazo
del que todavía
no nos hemos desprendido.
Fuimos las primeras
en abrir un jardín nórdico
para sentar unas bases
que nos venían haciendo falta.
Un 17 de julio
se convirtió
en una de mis fechas preferidas,
tú sabes bien porqué.
Te lo dije con la piel
y un trasvase de lágrimas
dotadas de un reconocimiento
que nos merecíamos.
Y tanto que si nos
merecíamos repetir.
¿Quiénes iban a acompañar
mejor los domingos
de hospitales,
las hojas sin barrer,
a los escapistas profesionales,
o los comas inducidos?
NOSOTRAS.
No fue fácil,
pero nunca nos quejamos de nada.
Nuestro ADN simbiótico
está hecho de otra pasta
y seguimos a la espera
de poder volver a confluir,
tal y como esperamos
que confluyan las izquierdas.
Así que cada una
en una planta
haciendo lo que mejor
sabemos hacer,
acompañar.
Ya tendremos tiempo
de conquistar el Retiro,
de comer recetas cubanas
y de echarnos unos gintonics
sin mirar el reloj
ni el parquímetro.
Mi amiga Bea,
mi jefa con todo el cariño,
lleva cumpliendo 40 años
desde que la conozco,
eso sí,
te vale para todo,
y no es que me lo hayan contado,
es que lo he experimentado.
Ella es buena, muy buena
en todo lo que hace,
pero sobre todo es
buena persona,
una maravillosa persona,
una persona extraordinaria
de las que te calan
hasta el fondo, hasta el ahogamiento.
Y te impregnas de su impronta
y ya no vuelves a ser la misma,
porque empezado a ser
una versión mejorada.
Eso te lo debemos, todas,
todas a las que nos has dado
el permiso de estar cerca.
Si mis cinco dedos
de una mano
representasen a las personas
adultas más influyentes
en mi vida,
tú serías uno de ellos,
el fino y más largo,
porque para llegarte
es mejor ir despacio
y saborear el camino.
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