ciudad fetiche,
la de las inundaciones en diciembre
y el asfalto infernal en agosto,
pero ahora en septiembre,
un poco desubicadas
y acompañadas por pupil@s,
tal y como nuestras pupilas
se dilataron en aquel 2009
y 2016 a solas,
para enfocar toda
la integración de culturas
que nos iba a ofrecer la ciudad.
Desde la Calle Segunda
de Miraflores
a la torre de Calahorra,
por la que inicia el
Puente Romano
hacia los aledaños
de La Mezquita, también Catedral,
en cinco minutos.
Miraflores como
su canción y la mía,
la sentencia dada,
atravesada de nuevo
por el torrente del Guadalquivir,
entre azul, verdoso y marrón.
Dos días de Judería,
flamenquines
y aceras empedradas.
Si hay un sitio para
quedarse a vivir,
es en los jardines del Alcázar,
el de la foto eterna
y en crecimiento
de tod@s l@s que
no vayamos sumando,
porque Córdoba solo suma.
Allí se recoge y se resume
todo lo que queremos
saber de nuestra historia.
Yo también llevo
sangre del sur;
de judí@s, de musulmanes,
incluso de cristian@s.
Porque estar enamorado
también es sufrir el paro
de esta tierra,
experimentar sus 50
grados en verano
y trabajar su aceite
con denominación de origen.
Córdoba son buganvillas
y margaritas.
Córdoba es la madre
que me parió
y nuestro viaje favorito.
A Córdoba se vuelve
aunque no te lo propongas,
lo dicen sus murallas y torres,
sus arcos y zocos,
sus patios y su sinagoga.
También lo dicen los sefardíes
y Maimónides,
si intelectual por antonomasia.
Nos lo dijo Julio Anguita
y su pedagogía.
Pero que no te lo cuenten.
Ve, hazlo y consigue ser parte.
Entre su amarillo y naranja
os prometo que hay sombra
y no hay toreros
ni señoritos multimillonarios
que valgan.
L@s retoñ@s ya pueden
tachar de la lista
unos de los lugares
más bonitos que visitar.
Ojalá lo hagan en un futuro,
en las cuatro estaciones,
con personas a las que quieran,
como hicimos sus pamadres,
a la aventura
en un piso de estudiantes universitarios
y sin mapas,
me lo dijo una amiga.
Con el ánimo de descubrir
y perderte al mismo tiempo,
sin prisas ni prejuicios,
sin miedo a la incertidumbre
por lo que habrá tras la esquina,
de la mano con el amor de tu vida.
Os encomendamos esa tarea,
la de caminar
como Machado en su infancia
en los patios de naranjos
de Sevilla,
pero en Córdoba,
la inigualable urbe cultural
que no deja a nadie
indiferente,
y si se da el caso,
es que no tiene alma.
Al volver y para
bajar a la realidad,
399 kilómetros
con parada obligatoria
en la 283, Guarromán, por la guasa,
tuvo que adelantar
hasta en dos ocasiones
a un retén de 10 coches
y un furgón de la guardia civil,
a 136 km/h
con la calma
y la cabeza bien alta.
Nadie nos rechistó.
_A la Córdoba de mi corazón_
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