muerto de pena
al verle sentado en su sitio
sin consuelo
mientras se hace el rizo
en el pelo de
cuando tiene sueño
o está triste.
Ni siquiera se
ha quitado la mochila
al entrar en clase
y es la maestra quien
le acompaña al perchero
para colgarla.
Llora porque no quiere
ir al cole,
pero eso es sólo
la frase que utiliza
como resumen
para que entendamos
cómo se siente.
Por motivos que desconocemos,
aparentes o no,
pero en todo caso
solo intuitivos,
él,
quiere quedarse en casa,
con nosotras.
Y le comprendo.
Lo comprendo.
Será cuestión de tiempo
y de ir perfeccionando
el tipo de acompañamiento,
pero mientras tanto,
aquí tod@s,
nos morimos de pena.
Cuando te veo así,
atentaría contra un sistema
poco amable y mal pensado,
en el que la maestra que te toque,
es un factor demasiado azaroso.
Pienso si debería
cogerte en brazos,
llevarte a casa
y escondernos bajo una manta.
Y que le den por culo
al colegio
y que le den por culo
al trabajo.
No. No es cierto
que se lo pongamos
fácil a la infancia.
Tampoco es cierto
que siempre van a estar
bien acompañad@s,
pero no queda otra ¿no?
Por más vueltas que le doy
yo tampoco encuentro consuelo.
Sé cómo lo haría yo
si fuese la figura externa,
pero no sé sentirme
de otra manera
de cómo me siento.
Verle sufrir emocionalmente
desde que se levanta temprano
hasta que salimos de casa
a las nueve menos diez,
no se lo deseo a nadie,
ni a mis enemig@s,
y más, si tiene
que ver con sus hij@s.
Que no es para tanto,
que ya se la pasará,
que es una época...
...bueno sí,
pero yo me sigo
muriendo de pena.
Y lo hago porque acojo
sus emociones,
porque intento comprender
por lo que está pasando,
porque tengo identificado
dónde están las dificultades
pero escapan
a mi control las soluciones.
Llénate de mis besos hijo,
por si se algún momento
quieres recurrir
a alguno de ellos.
Y te meto las fotos
que hagan falta en
el bolsillo del baby,
y aquel amuleto secreto,
y te puedes llevar un cuento
de casa que habla de cómo
Vanesa consiguió
hacer amigos y amigas
en su cole nuevo,
y hablaré con la maestra
aunque me mire con ojos de
condescendiente
y luego no logre satisfacer
tus demandas emocionales,
y quemaré el colegio
para que veas un mínimo de luz
entre tanta sombra vacía
que te ocupa,
y me merendaré
al jefe de estudios
si se pone rígido,
y le daré docencia
a tu teacher de inglés que,
recién salida de la oposición,
exige "libro, libro, libro"
para niñ@s de 4 años,
como si fuera Anguita
gritando al pueblo
"Programa, programa, programa".
Y...
todo lo que se me ocurra
para hacerte el camino
más llano y más amable.
Para que se entienda,
no es cuestión de darle de comer,
es cuestión de sentarme a su lado
y recordarle algunas pautas,
de charlar sobre cómo
nos ha ido el día
e incluso,
de disfrutar de los alimentos.
No es una ida de olla,
pero aunque lo fuera,
es mi ida de olla,
y yo marco la diferencia
con reflexión, empatía y pedagogía.
Porque estoy inmerso en ello
tanto en casa
como en mi trabajo.
Porque no hay nada
más importante que la infancia.
Porque son el futuro
tenemos que ser brillantes
con ell@s,
extraordinari@s hasta
el último aliento.
Que me muero de pena
y de momento,
no consigo hacer nada
para remediarlo.
No es un grito en el cielo,
es una llamada al orden
a quienes no se toman
esto en serio.
Y quizá en dos semanas
esto se pase,
pero son dos semanas
que también dejan huella.
Esta vez no responsabilizo
a nadie en concreto,
pero miguita a miguita,
son demasiadas variables
que no favorecen
a lo contrario
de lo que está ocurriendo.
Muerte a la mediocridad
y al restarle importancia
a las cosas.
Más validaciones y reconocimiento
para l@s más necesitad@s,
sean quienes sean.
La monitora del comedor
no le puede dar la mano
porque se la tiene que dar
al que le toque ser encargad@-
dice la maestra
con un clasismo típico
de los años setenta.
Porque claro,
es más importante
cumplir la ley
que moverse en los márgenes
para atender a l@s más vulnerables.
Y así todo,
así con todo.
Los dinosaurios se extinguieron
hace millones de años
pero hoy día,
cualquier foca le daría mil vueltas
al T-Rex.
Pasaremos por el aro,
pero os quemaréis
con nuestro fuego
hasta que entendáis
que los aros
pueden ser cuadrados,
o triangulares,
y por tanto,
sois vosotr@s l@s
que tenéis
que modificaros
y cambiar las condiciones.
No nos moriremos de pena,
pero la agonía es insufrible,
y lo que nos queda.
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