tengo que hacerlo.
Y lo hago por
mis ovarios
metafóricos
porque los cojones
están muy vistos.
Dejo huella escribiendo
mientras sano
mis precariedades.
Sin filtros y a pelo,
despliego
sensaciones íntimas
con el desarrollo
de la ausencia
de censura.
Me desarraigo
de las posibles
consecuencias
al elegir el título
que lo compute todo.
Porque no hay nada
más libre
que la tinta
que desprende
el pensamiento
que pretende estructurar
lo disfuncional.
Una labor artesana
con fecha de caducidad
por la que lucho
proteger en cuatividad.
Los textos de los textos
no deberían ser
de laboratorio
ni bajo línea editorial,
sino flechas medievales
despojadas de toda alianza.
También escribo
porque alguien
tiene que hacerlo.
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