me he levantado
un poco pronto,
porque esto del dormir
nunca se me dio bien.
¿Qué derecho tengo
a quejarme de que
mi hijo no duerme
lo que yo opino
que debería,
si yo mismo
en la adolescencia
renuncié
a ciertas horas de sueño?
De esto precisamente
llevaba tiempo
queriendo escribir,
de lo que somos
y de dónde nos viene.
Llega un momento
en la vida,
ya de adulto
y reconciliado
con muchos de tus errores,
que empiezas a decir
que si eres así o asá,
es gracias o por culpa
de tus pamadres.
Otra excusa,
para bien o para mal,
que no reconoce
que hace mucho
cortaste el cordón umbilical
porque era lo que tocaba.
Y está muy bien,
no pasa nada joder,
es justo y necesario,
como dirían en las homilías,
hacer lo que en un
momento determinado
debemos hacer.
Pasar de la idolatración
a la decepción
más profunda,
hasta volver
a una mirada de
pasión y agradecimiento
no es incoherencia,
es un camino habitual
en esto de
las relaciones filiales.
Y lo que somos, somos,
precisamente
porque fuimos
acompañadas,
generalmente
por nuestr@s pamadres,
pero eso no quiere decir
que seamos ell@s.
Somos independientes
a lo que quisieron
que fuéramos.
Claro que cogemos
un poquito de allí
y de allá
de todo lo que
nos proporcionaron,
pero seguimos
sin ser ell@s
aunque nos parezcamos
en muchas cosas.
Y no debemos confundir
el estar orgullos@s
de nuestr@s progenitores,
con la imagen y semejanza
de lo sagrado.
Por suerte,
haremos,
diremos
e iremos
más lejos
de lo que fueron ell@s
para construir
algo nuevo y único
en lo que creer.
Más tarde,
nos ocurrirá lo mismo
con nuestr@s hij@s
porque de este bucle vital
no se puede escapar,
sólo se sobrelleva
y se hace lo posible
para resultar
más honesto
y más respetuoso.
Por tanto, no,
no somos nuestr@s
pamadres
por más que
en la madurez
nos obsesionemos
con su vivo retrato.
Somos más que eso
porque ell@s fueron
lo que quisieron
o pudieron ser,
y eso no es reprochable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario