es una frase
como cuando tus padres
te castigaban
un día sin bajar a jugar,
y otro más
por haber contestado.
Es esa falta
de personalidad
agarrándose fuerte
a otra que no es la tuya.
No sólo no querías algo,
sino que ahora lo tienes
por duplicado.
Es esa prepotencia
beligerante
que fulmina
al adversario
por la espalda.
Esa cervecita
que no puedes acabarte
cuando te están
invitando a la siguiente.
Esa sensación
de hartazgo,
de saturación,
de saber que
vas a vomitar
y quieres evitarlo
a toda costa.
Es el fin de la cita
que te desarma
y te vacía un poco más
el ratio de la alegría.
Cuando te preguntas
si es mejor
el remedio
o la enfermedad.
Como cuando te dicen
que lo tenías
que haber pensando antes,
o el te lo dije de los cojones.
La arrogancia
de los que se las dan de listos
hasta que te desangres.
La bala perdida
que acaba incrustada
en el pecho amigo.
La salida de tono
que no deja
indiferente a nadie,
pero que te callas
por miedo
a las represalias.
Todo esto viene
porque tenía
que escribir un texto
y ahora son dos.
Aunque puede
que sean tres.
No sé cómo
va a acabar esto.
Sean los que sean,
aquí sigo,
me mantengo.
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