manteníamos
relaciones epistolares
en la década de los 90?
O esa caja de zapatos
que seguramente
tengas guardada,
dónde se amontonan
aquellas notas
clandestinas
en mitad de una clase.
Quien tuviera deferencia
por la memoria,
ponía la fecha
arriba a la derecha.
Quien se las diera
de clásico,
escribía la palabra
"Querido/a".
Y quien fuera al grano,
empezaba a escribir
con una pregunta.
Volver a casa
con autonomía
e ilusión de abrir
el buzón y encontrar
una respuesta dentro,
no estaba pagado.
Habiendo mal digerido
el principio del nuevo siglo,
ahora las cartas
contienen
amenazas de muerte
con balas dentro,
o navajas,
o con alguna parte
del cuerpo desmembrada
como en las
mejores películas.
Antes las cartas
se utilizaban
para declaraciones de amor
y promesas eternas.
Ahora dicen
que las escriben
los locos escapados
de algún psiquiátrico.
Otra vez
como en las
mejores pelis.
Hace tiempo
se llegó a escuchar,
que en el sobre
de las votaciones
se encontraron
rodajas de chorizo
de marca blanca
haciendo alusión
a los impostores
gobernantes.
No es de extrañar
que ahora
la cantidad de potenciales
gobernantes decentes
abran sobres
con olor a pólvora y plomo.
Acaecidos los hechos,
tenemos a
los que amenazan de muerte,
las que son amenazadas,
los que se mofan viles
y los que blanquean
con portadas y rótulos.
A ver si lo
he entendido:
Puta ETA.
Venezuela dictadura
bolivariana.
Que vienen los comunistas.
Pero que el
coletas-chepudo
reciba munición
del ejército pues...
se te escapa la sonrisilla,
te pone cachondo,
desata tus deseos
más perversos.
Bien, pues eso
es lo que votáis.
No hay trampa ni cartón.
Votas homofobia
sin cortarte las uñas.
Votas xenofobia
sin despeinarte.
Votas machismo
con los huevos por delante.
Votas franquismo
porque lo de tus
bisabuelas era mentira.
Votas fascismo
sin cagarte encima.
Más allá del odio
que tengo,
porque te lo tengo,
sólo espero
que recibas una carta:
la de tus hijos
diciendo que
se van de casa
para no volverte
a ver nunca más.
Eso duele más
que una amenaza de muerte.
Esa es la carta que
te mereces.
¿Qué si te pegaba
una paliza?
Pues claro.
Tengo que defenderme
de tus deseos
de rebanarne el cuello.
Esa es mi desdicha.
El odio que compartimos.
Pero alguien tiene
que reconocerlo.
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