Un sistema de valores
donde no me encuentro
y donde no sé si querré
reconocerme algún día.
Trasciendo a la vida
y a sus creencias
para situarme justo
a la altura del otro,
igualdad por encima
del escalonamiento
rancio de las jerarquías.
Levito en debate
con las maestras
de las que aprender
a aprehender a ser.
Y no me callo
ni me conformo;
lo cuestiono todo
poniéndolo en
tela de juicio malsana
para reencarnarme
curado luchando
en nombre
de las nuevas miradas.
Le cambio el nombre a la fe
e intervengo quirúrgicamente
a los conceptos desclasados
de épocas antiguas
que ya pasaron
a mejor vida.
Reflexiono exhausto
sobre cada matiz
del mundo,
mi Tierra abierta
las venas desangradas.
En búsqueda de aperturas,
del tipo que sean,
que me proporcionen
el encuadre que necesito;
enfoco el contexto
dibujando su imagen
desde la causa
hasta su puta consecuencia.
La confrontación
entre generaciones
sólo se sostiene
con el desparrame
de valores insípidos
que dan explicación
a la filosofía actual.
¿Después de la muerte?
Pues ya veremos,
o quizá no veamos nada,
en todo caso
cada cual y cada uno
ya se dará cuenta
en el momento oportuno.
El tiempo lamenta
los valores acontecidos
y los que advendrán,
la persona, convertirá
el valor colectivo
en punto de partida
individual.
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