La madre mira al hijo
como se mira al
cachorro recién nacido,
sólo existen ell@s.
Acomoda un periódico
arrugado sobre su mano
con elegancia y prudencia
mientras con la otra
sujeta el único arma
que debería ser legal
cargada de tinta.
Mira delicadamente
hacia abajo buscando
la mirada inocente
de la criatura.
Se encuentran
como en el mejor
reencuentro de los
aniversarios de las
promociones de
antigu@s alumn@s.
Ambos reflexionan
con actitud científica
sobre quién merece estar
en la lista de cumpleaños
del hijo.
Comienza el sorteo
de nombres con sus
pros y sus contras
correspondientes.
L@s afortunad@s
disfrutarán una tarde
de fin de semana
de envites y convites.
L@s descartad@s
sentirán por primera vez
en sus pieles jóvenes
el significado de la soledad.
¿Y qué es la vida sino eso?
Una sucesión de cribas, filtros
y descartes que nos ponen
a cada un@ en nuestro lugar.
Ahora bien, podemos hacer dos cosas:
O resignarnos por nunca
haber resultado elegid@s,
o retomar la buena costumbre
de elaborar listas de cumpleaños
y poner a todo el mundo en su lugar.
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