lunes, 30 de septiembre de 2024

Ayer fue 29 de septiembre

Puede que no llegue a tiempo,
pero no se me pasa
ninguna fecha señalada.
La famosa en que
no me cogí 
el día como asuntos propios 
porque los tengo 
repartidos por convenio
por martillazo encima de la mesa.

Eso no le restó 
ni un ápice de emoción 
a cada detalle
que osó coger algo de
protagonismo.
Desde acudir 
en transporte público
en hora punta,
hasta el típico 
café para llevar,
pasando por la puntualidad 
sagrada de nuestra rutina.
Y el testigo,
y la testiga
(porque me sale del coño),
y los vaqueros 
con los que luego
me fui a currar.
También la camiseta de Neruda,
el Secreto,
la Firma,
y el Expediente por abrir.

Cogerte en brazos
y que me cojas,
la cola de un Registro 
estéril y aséptico,
escaleras laberínticas 
y un detector de metales 
por eso de las apariencias.
Anda y que os jodan.
Qué guapo aquel
29 de septiembre 
cuando nos reencontramos 
en La Mariana por la tarde
para merendar
un bocata con una cerveza.
Y catapún chimpún.

Cómo me gustan 
los días 29,
no por la ilusión de cobrar, no,
eso ocurre días más tarde,
sino por todos
los conceptos 
que nos hemos inventando 
y por esa colección 
de términos que dan sentido
a cada paso que damos.
Me acuerdo de la ropa,
del olor
y de los nervios.
Recuerdo los peinados,
las palabras 
y los transbordos.
Otro día 
en el que quedarse a vivir
sería una opción 
más que razonable.

Ayer fue 29 de septiembre 
y significa lo que significa
para nosotras,
pero no es el único.
Es nuestro modus operandi 
y es nuestro 
precisamente 
porque del guión 
no se encarga nadie
más que nosotras.
Insisto,
nosotras.

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