a extraordinario,
a algo positivo,
pero no necesariamente
tiene que ser un adjetivo deseable.
Cuando algo nos parece
fuera de lo común,
hay veces,
que no es para bien.
Cada una con sus dramas,
pero cómo duelen
los dramas de las demás.
Padecer el dolor
de algo y alguien
que no te corresponde
también es una tarea
fundamental
que se esperan
dentro de las amistades.
No con el ánimo
de cobrar protagonismo,
sino con el objetivo
de no parar de demostrar
una y otra vez
que no estamos solas
en este mundo.
Pero eso no calma
ni reduce el sufrimiento.
El resultado de compartir
algo doloroso
favorece la visibilización
de nuestros problemas
y dificultades como personas,
pero la impotencia
ante la nulidad y la incapacidad
son permeables
a lo que nos gustaría hacer,
pero que sin embargo,
o no nos corresponde,
o solo podemos aportar escucha.
Es duro de cojones,
y más si tienes ovarios.
Y el mal de mucho
no es que consuele
a los tontos,
es que te pone
en la realidad del resto
y empatizas con sus pesares
que nada tienen que ver
con los tuyos.
Lo descomunal
es que cada vez
seamos menos solidarias,
más absentistas emocionalmente
y más cobardes
a nivel social.
Es descomunal
sentir el morbo
por el sufrimiento ajeno,
es inhumano no humanizar
los lazos, no conmoverse
por las miserias,
normalizar el miedo.
Es absolutamente descomunal
no volver a sentir certeza,
razón o cordura.
Es muy jodido no sentirse
acompañada,
no encontrar tu lugar,
no poder elegir con autonomía
un sitio.
Me parece fuera de lo común
todas estas mierdas
y me niego a aceptarlas
como herencias determinadas.
Es seguro
que yo no podré hacer nada,
pero me voy a ofrecer en
cuerpo, corazón y rabia
para que todo
lo que habitemos
no tenga sabor a solitario.
Cómo lo siento,
cómo te comprendo
y ¿cómo puedo estar contigo?
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