lunes, 23 de septiembre de 2024

La Revuelta

Ni Broncano
ni por supuesto Pablo Motos;
ni batallas de audiencia
ni guerras culturales;
ni la Moncloa
ni a3media;
aquí La Revuelta es mi hija
que parece muy mayor
pero no lo es tanto,
que es muy madura 
pero no lo suficiente,
que es muy inteligente 
pero lógicamente 
le faltan estrategias.

Porque aunque todo esté de cara
y las condiciones sean favorables,
tiene derecho a no encajar
los cambios a la primera,
ni a la segunda ni a la tercera.
Tiene derecho a hacerse un ovillo 
y refugiarse en un búnker;
tiene derecho a perder los nervios,
enfadarse y patalear sin control;
tiene derecho a estar triste,
a decir que no y a oponerse 
como única resistencia 
para medir y entender
lo que tiene enfrente.

Su suerte es que 
no puede estar mejor
acompañada
no porque sean mis amigas,
sino porque son genuinas 
y vanguardia 
en el acompañamiento a la infancia.
Los cambios no llegan solos,
traen consigo consecuencias,
adaptaciones y diversos
comportamientos aleatorios.
Algunas cambios se eligen
y se asumen 
por estar preparada 
y otros cambios te vienen dados
por estructura.

Sea como fuere,
un cambio siempre
es oportunidad de aprendizaje,
habría que saber verlo
y valorarlo.
Negarse a dormir,
"liarala" en la comida 
o querer otro pantalón 
entre decenas de ejemplos,
no quiere decir más que
necesitan tiempo,
cariño y comprensión.
Lo sabemos de sobra 
porque está demostrado
científicamente 
aunque estudiar infantil
todavía resuene a cantar
y cambiar pañales.

La Revuelta de mi hija,
nos ha estado contando
estos días, 
que le agradaba
todo lo que experimentaba
pero que todavía
no tenía un bienestar asegurado.
Nos contaba que disfrutaba
muchísimo,
pero que también 
ha sufrido por echar de menos
cosas y personas.
Nos ha llegado a decir 
que no quería ir a la Escuela
y lo hemos interpretado
como que en vacaciones 
hemos estado muy agustito
y que le costaba deshacerse
de ese tiempo en familia.

Y yo
pues como siempre:
he conseguido estar a la altura
incontables veces,
pero también he perdido
la paciencia 
y me he equivocado otro
montón de veces.
La lucha eterna y contradictoria 
de mi día a día 
desde que soy papá.
Ha habido broncas
y gritos hasta la afonía,
llantos desaforados 
y respiraciones sofocantes,
despertares nocturnos
y rechazos explícitos.

Lo que pasa es que también 
hemos tenido de la otra parte:
abrazos salvavidas 
y explicaciones 
que son derecho, deber y obligación 
por parte de las adultas;
ha habido flexibilidad 
en las normas, 
cesiones momentáneas
y negociación absoluta.
También límites,
muchos límites 
sin acoso y derribo 
para estructurar el pensamiento
y calmar la emoción.
Nos hemos dado la mano
bien fuerte
y nos hemos cogido 
en brazos como los simios.
Y por supuesto incontables besos,
para nuestra familia
son importantísimos 
los besos, cuántos más mejor,
ya sabéis la lista
de adjetivos que colecciono en mi haber.

Por eso, mi Miraflores,
es la revuelta, la revoltosa
y la revolución 
de este septiembre 
y de todos los que cabrán 
en el resto de
nuestras vidas.


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