ni por supuesto Pablo Motos;
ni batallas de audiencia
ni guerras culturales;
ni la Moncloa
ni a3media;
aquí La Revuelta es mi hija
que parece muy mayor
pero no lo es tanto,
que es muy madura
pero no lo suficiente,
que es muy inteligente
pero lógicamente
le faltan estrategias.
Porque aunque todo esté de cara
y las condiciones sean favorables,
tiene derecho a no encajar
los cambios a la primera,
ni a la segunda ni a la tercera.
Tiene derecho a hacerse un ovillo
y refugiarse en un búnker;
tiene derecho a perder los nervios,
enfadarse y patalear sin control;
tiene derecho a estar triste,
a decir que no y a oponerse
como única resistencia
para medir y entender
lo que tiene enfrente.
Su suerte es que
no puede estar mejor
acompañada
no porque sean mis amigas,
sino porque son genuinas
y vanguardia
en el acompañamiento a la infancia.
Los cambios no llegan solos,
traen consigo consecuencias,
adaptaciones y diversos
comportamientos aleatorios.
Algunas cambios se eligen
y se asumen
por estar preparada
y otros cambios te vienen dados
por estructura.
Sea como fuere,
un cambio siempre
es oportunidad de aprendizaje,
habría que saber verlo
y valorarlo.
Negarse a dormir,
"liarala" en la comida
o querer otro pantalón
entre decenas de ejemplos,
no quiere decir más que
necesitan tiempo,
cariño y comprensión.
Lo sabemos de sobra
porque está demostrado
científicamente
aunque estudiar infantil
todavía resuene a cantar
y cambiar pañales.
La Revuelta de mi hija,
nos ha estado contando
estos días,
que le agradaba
todo lo que experimentaba
pero que todavía
no tenía un bienestar asegurado.
Nos contaba que disfrutaba
muchísimo,
pero que también
ha sufrido por echar de menos
cosas y personas.
Nos ha llegado a decir
que no quería ir a la Escuela
y lo hemos interpretado
como que en vacaciones
hemos estado muy agustito
y que le costaba deshacerse
de ese tiempo en familia.
Y yo
pues como siempre:
he conseguido estar a la altura
incontables veces,
pero también he perdido
la paciencia
y me he equivocado otro
montón de veces.
La lucha eterna y contradictoria
de mi día a día
desde que soy papá.
Ha habido broncas
y gritos hasta la afonía,
llantos desaforados
y respiraciones sofocantes,
despertares nocturnos
y rechazos explícitos.
Lo que pasa es que también
hemos tenido de la otra parte:
abrazos salvavidas
y explicaciones
que son derecho, deber y obligación
por parte de las adultas;
ha habido flexibilidad
en las normas,
cesiones momentáneas
y negociación absoluta.
También límites,
muchos límites
sin acoso y derribo
para estructurar el pensamiento
y calmar la emoción.
Nos hemos dado la mano
bien fuerte
y nos hemos cogido
en brazos como los simios.
Y por supuesto incontables besos,
para nuestra familia
son importantísimos
los besos, cuántos más mejor,
ya sabéis la lista
de adjetivos que colecciono en mi haber.
Por eso, mi Miraflores,
es la revuelta, la revoltosa
y la revolución
de este septiembre
y de todos los que cabrán
en el resto de
nuestras vidas.
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