dándole vueltas
a las trampas del sistema
y a qué o quiénes
son verdaderamente el enemigo,
porque sí,
vuelve a haber bandos
una vez más.
Cada vez me cuesta más
defender una educación pública
con toda la mediocridad
que conforman sus listas.
Eso no quiere decir
que vaya a defender jamás
la privada, ni la concertada,
especialmente está última.
Me refiero a la contradicción
de ser consciente
del modelo que me parece
el más adecuado,
y en cómo al desgranarlo
no veo más que intrusos,
dinamitadores y carroñeros
desvirtuando
lo que debiera significar
ejercer las funciones públicas
de sus desempeños.
Me disgusta, me decepciona
y me encabrona
encontrarme con parásitos
que, teniendo razón
en sus reivindicaciones,
acompañan como les sale
del culo sin tener en cuenta
a la infancia,
que es de lo que se trata.
Me pongo de ejemplo.
Curro en la pública,
contratado por una
cooperativa privada,
es decir, gestión indirecta.
Hace tiempo coincidí
con el relato de que
el trabajo no me dignifica,
eso no quiere decir
que no lo disfrute,
que no me lo tome en serio
y que no sea un profesional
como la copa de un pino.
Acompañando a la más
temprana infancia
a jornada completa
por 1400 pavos al mes
con el IRPF al mínimo
y las pagas prorrateadas.
No llega a 17.000 al año
pese a la pasión,
la pedagogía
y todo lo técnico
qué implica un buen acompañamiento.
Siempre defenderé
al profesorado
como un colectivo
que se merece
las mejores condiciones
del planeta.
Ahora bien,
visto lo visto
cuando nos ponemos al lío,
también defenderé siempre,
el estilo, la voluntad y el compromiso,
y quien no los tenga
pasará a engrosar
la lista de boicoteadores equidistantes.
Que haya tenido
cinci maestras
en cuatro años
es síntoma de que hay
mucho por mejorar.
Que bajo mi criterio
solo una de ellas
haya ejercido bien
el acompañamiento,
es síntoma
de que tenemos
un problema estructural
y que el enemigo
también parásita desde dentro.
Hay que salir a las calles,
pero sobre todo
hay que estar a la altura
dentro de las aulas,
puede que esté escribiendo
sobre l@s futur@s
acompañantes de nuestr@s niet@s.
Si tu compañera
es una mediocre consciente,
hay que seguir
llamándola por su nombre,
pero con ese apellido
por delante.
Quizá no tengamos
otro modo de aprenderlo.
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