y con los ojos todavía
entornados,
se levanta un lunes,
concretamente su segundo
lunes de Primaria.
En ese lunes
le tocará despedirse
de su mamá en
la puerta principal del cole,
para caminar solo
entre decenas de niñ@s
hacia el lugar
donde será re"(a)cogido"
por su maestra.
Un paso de gigante
y seguramente un reto
innecesario,
pero la rapidez
y las faltas de estrategias
definen los coles de mayores.
Imagino que la noche anterior
se durmió con la mosca 🪰
detrás de la oreja
y al día siguiente se despertó
por tenerla casi dentro del ojo.
En todo caso,
no podemos afrontar
todas las batallas,
por lo que en esta,
pasamos por el aro.
Debió sentir unos nervios
parecidos a los de
un primer día de trabajo,
a los de aquel examen trascendental,
o a los de la cita
que uno lleva esperando
tanto tiempo.
Cada uno con su gestión
y con su emoción.
Para l@s niñ@s
que están acostumbrad@s
a ser acompañad@s
tanto con cercanía
como desde la distancia,
para l@s que siempre sienten
la presencia de una referencia,
o para l@s que despliegan
toda su autonomía
sabiendo que estamos al lado,
debe ser una movida muy fuerte.
Todo el mundo debería
poder llegar a sus centros
con una serenidad absoluta,
sin ápice de miedo
o sin una batería de dudas.
Cruzar el umbral
de una puerta antigua
pero majestuosa en tamaño,
con una marabunta de gente
desconocida de mayores y pequeñ@s,
no es lo más atractivo
que se me ocurre.
Pero como pasa en mi escuela,
los lunes son lentejas,
y de ahí no nos sacas.
Con el tiempo necesario
y ya situado en la línea
de salida,
fue seleccionando
con quién le apetecía entrar,
porque hacerlo con
el mínimo apoyo
siempre es mejor que nada.
Eligió a Aitana
que aceptó encantada,
se dieron la mano
e iniciaron la marcha
hacia lo salvaje,
sin decrise nada,
pero seguro,
con las manos bien apretadas,
sin volver la cabeza atrás
porque atrás sabe
que está
lo amable, querido y conocido,
pero delante,
delante están sus miedos,
sus incertidumbres,
su inseguridad
y lo desconocido.
Hay que ser muy fuerte
para no derramarse
en lágrimas por fuera
porque por dentro,
seguro,
todo el mundo
lucha por no ahogarse.
Por fuera,
una madre, todas las madres,
siguiendo el recorrido
por el perímetro
pegadas a la verja
para transmitirles
a sus hij@s,
desde el más inaudito silencio,
que están con ell@s.
Eso o esas, quiénes
no hayan tenido que
salir corriendo a trabajar
porque tienen
el coche en doble fila,
a lo mejor multada,
para comerse un atasco de media hora
y llegar cinco minutos tarde
con la cara colorada
y vestida de culpa.
Hoy entraréis sol@s
al colegio,
pero en este país
vuestras madres
también están solas
en sus trabajos
o en sus casas.
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