a contar los gajos que tiene
una mandarina?
El otro día lo hice conscientemente
dando como resultado
nueve o diez hajos siempre.
Soy como un niño
que está aprendiendo a contar
y cuenta numéricamente
todo con lo que me encuentro.
No es la primera vez,
pero pensé en cuántos besos
habré dado a lo largo de mi vida,
cuantos me quedarán por dar
y cuántos se perderán
por el camino.
A todos esos besos
que nunca daré,
lo siento,
no tendré otra vida
para darlos.
También pensé
en todos los pasos
que llevo
y adónde me han conducido.
Los que no di
en dirección
a otros caminos
ya no tendrán oportunidad
de volver,
pero a veces me paro
a imaginar dónde me hubieran llevado.
No creo en el destino
ni en que las cosas
tengan que ocurrir
por un motivo y en concreto,
pero fantasear es libre,
necesario y oportuno.
Cuántas veces llamé
al fijo de mi mejor amigo,
cuántas veces escribí
una carta a mano
a alguien que me importara,
cuántas veces
no salieron mis palabras
por miedo a decepcionar.
Cuántas veces tuve miedo
y no lo dije,
pero se me notó mucho.
Cuántos exámenes suspendí
dando igual el resultado
porque estoy seguro
que hubiera llegado
al mismo sitio.
Cuántas veces no me supe
el nombre de las cosas.
Mientras pelaba la mandarina
pensé en todas estas cosas,
en un mundo numérico
en el que ser consciente
de la cantidad y las veces,
a mí sí me importa.
Ojalá, durante mucho tiempo,
pueda seguir contando tantas cosas
como se me ocurran.
Como cuánt@s fuimos
en aquel cumpleaños sorpresa,
quiénes estuvieron
en aquel momento tan especial,
y qué decisiones barajamos
para aquella decisión trascendental.
Somos agua,
pero también números y letras,
especialmente cuando
sentimos la necesidad de contar algo.
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