el Distrito de Retiro en
autobuses públicos,
cuando quieres bajar en la parada
te encuentras con
los contenedores de basura
de esos bloques impolutos.
Porque claro, eres tú
quien invade su barrio
y en su barrio
no hay sitio para ti.
Ni sitio, ni hueco
ni amabilidad.
Putos pijos.
Entonces me bajo
y recoloco como piezas
de ajedrez esos contenedores
que seguro no huelen a mierda
porque los pijos no cagan,
tienen los esfínteres
tan cerrados y herméticos
que se tragan todas sus mierdas
de puertas para dentro.
Hago hueco,
con mala hostia,
para dejar despejada
la zona amarilla
mostrando toda la rabia
que tengo a primera hora
por estar en un barrio
que ni me quiere
ni me espera.
No es odio por envidia,
es odio por razón de clase
y privilegios.
No quiero lo que tienen,
solo quiero que no lo tengan
más fácil por fachas,
no es mucho pedir.
Todavía me sorprendo
nauseabundo
cuando me los cruzo
y siento que se revuelven
mis tripas.
No lo puedo evitar,
quizá sea mejor así
para no lleharlo a
normalizar nunca.
Con todo el juicio del mundo
me recreo en sus ropas
y peinados
causándome una fatiga
insoportable.
Por no hablar
de cuando abren
sus corruptas bocas
y deseo que nunca
se cumplan sus sueños.
Es un tema de bandos,
somos sus ratas
y ellos son
nuestra utopía por destruir.
Sus contenedores
tienen que arder
y la complacencia a los pijos
tiene que acabar.
No somos lo mismo,
ellos te repudian,
tú y yo no podemos
mirar a otro lado.
Ellos tienen palacios,
nosotras tenemos las plazas
repletas de vecinas solidarias.
Insisto,
sus contenedores
tienen que arder
y nuetsr@s hij@s
prosperar sin opresores.
Nos van a acribillar
toda la puta vida,
vamos a darles razones tangibles,
vamos a llevarnos sus contenedores
para reponer los nuestros
y tenerlos más cerca.
Hay que cambiarlo todo, YA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario