domingo, 23 de octubre de 2022

Cala

Llevo meses guardándote
en el archivo de Notas.
Pensando cuáles serían
las mejores palabras
para darte la bienvenida.
Sin precipitarme y delicado,
para hacerte justicia
antes de que nazcas.
Pero ya no me aguanto más.
Quiero hacerte pública
como la mejor noticia de todas.

No somos pocas,
a parte de tus pamadres,
las que te hemos hecho
un seguimiento exhaustivo 
enp tu crecimiento gestacional,
porque no has sido la primera,
pero sí que eres única,
y eso da vértigo.

Tus dos sílabas
con la misma vocal,
comparten herencia
con algunas que llevan
tiempo esperándote.
Casi como si fueras
a ser mi hija,
preparando el ambiente
de ropas y muebles pintados
para cuando decidas venir,
para cuando decidas estar
físicamente.
Porque presente siempre has estado
y porque el futuro 
lo tienes asegurado.
Este ha sido su/nuestro mayor miedo.
Algún día te lo contará tu madre
mientras tu padre te sostiene
en brazos.

Recibes el nombre
de un accidente geográfico
donde se conocieron
tus pamadres.
Desde Aguadulce hasta Garrucha
pasando por Cabo de Gata
y Carboneras.
El contraste de la 
Almería desértica
con sus calas de agua transparente.
Tu madre fue
la primera y la única punki
de la que me enamoré,
no hubo otra, lo juro.
Nos horneamos en el instituto,
cada una en su curso,
con esa mirada curiosa, inquieta
y de admiración
de ida y vuelta,
sin jerarquías ni burocracias.
Allí compartimos luchas,
asambleas y manifestaciones,
y lo más importante de todo,
el inicio de un amor por la infancia
y el compromiso de acompañarla
como se merece.

Un par de años después
nos redescubrimos sin recelo
en el parking de una escuelita pública.
A partir de entonces, salimos del armario
para tatuarnos juntas y borrachas,
unos trazos de líneas irregulares
que forman la nube
que siempre nos recordará
de dónde venimos.
Allí volvimos a compartir
baños, luchas y acometidas
con los que nos pareció
debía ser arremetidas.
Y nos hicimos íntimas,
tanto,
que me se de memoria
todo el recorrido
del cuerpo de tu madre
y me hamaco en su mente
siempre que me deja;
porque allí se está muy tranquilo,
en paz y armonía
pese a que siempre
quede pendiente
alguna causa social perdida.

Hicimos viajes, nos casamos
y configuramos 
la primera K que hizo
historia en su vocabulario,
la segunda en mi caso.
También me habló
de tu padre
en aceras frías
con desayunos take awey.
Si tu padre supiera
todo lo que me le he follado,
me miraría con un poquito
más de vergüenza.
Si, tu padre,
con más pelo que espalda.
Alto y con guasa.
Con más guasa
que las conversaciones
surgidas de un ascensor.
Porque él hace las placas
informativas de los ascensores,
para que la gente suba y baje
 y por el camino
se entrega.
Tímido y confiado,
como la cría de cachorro
que camina bajo
las piernas de su madre.
Con su rodilla desgastada
y su encorvamiento,
es un mapa de miles
de kilómetros cuadrados
en los que encontrar
conversaciones de alta calidad.

Esta es sólo
una de las historias
que han de contarte,
y si no,
te la relato
con la suficiente antelación
como para que sea tuya
antes de que nadie la olvide.
Porque l@s mayores
somos así.
Hacemos las cosas con ilusión,
las sufrimos y luego tendemos
a olvidarlas.
Pero para eso estoy yo.
Para intentar colocar
cada cosa en su sitio,
especialmente la memoria,
para que te alcance de lleno
y elijas, si quieres, subirte a lomos
de lo que un día te trajo,
de lo que un día serás.

Y no es que haya sido
precisamente
un camino de rosas;
otras rosas se marchitaron antes,
pero hicieron camino;
un camino con piedras,
curvas y espinas,
el camino que tú recorres
valerosa y firme,
convincente y emocionante,
junto a la soledad de las preguntas
sin respuesta que nos
mantienen en vela 
y junto a la inseguridad de los miedos
que no me permiten
celebrarte como te mereces.

Pero todo eso se ha acabado.
No hay muros ni fronteras
que no me permitan imaginarte,
pensarte, soñarte.
Seguiré los pasos
que corresponden:
primero a regazo en horizontal,
luego en escalada en vertical,
y por último el hombros,
en lo más alto,
porque aunque sea bajito,
te puedo dar el cielo,
y las nubes,
y las palabras que ocultan
el lado oscuro de las estrellas.
Con tu permiso,
siempre con tu permiso.
Y con el de tus pamadres.
Sin protagonismo
ni excelsas decoraciones.
Como una operación
a corazón abierto
para que nos impregnemos
de todo lo que merezca la pena,
y lo que sobre,
te lo quitaré de en medio
para que no te dañe,
para que no sufras.

Porque ya está bien
de sufrimientos.
Les/nos toca vencer de nuevo
como ya hicieron antes
otr@s referentes.
Y lo vamos a conseguir,
lo vas a conseguir
por la gloria social
de l@s más vulnerables.
Repito, no serás la primera,
pero seguirás siendo única
en esto de abanderar
las luchas y las conquistas
en las que tanto tiempo
llevamos inmersas.

A mi no me gustan las playas,
pero Cala, solo hay una,
y si me dejas,
me haré el muerto
en tus aguas
para que me lleves
donde tú quieras,
hasta donde tú quieras.
De momento,
me conformo
con que tus viej@s
me cuelguen
en algún cachito de tu pared,
para quien ose entrar a verte,
sepa justo lo que debe ofrecerte.

_A Cala y sus pamadres_































jueves, 20 de octubre de 2022

¡No es justo!

"¡No es justo!",
me increpa el cachorro
desde hace meses
cuando algo no le parece bien.
Y esta guay que muestre
su desacuerdo
en términos de justicia.
Que ya vaya sobrevolando
estas significaciones
quiere decir
que está en la construcción
de lo ético y lo moral.
Defender su posición
en contra de la desigualdad,
no quiere decir
que siempre obtenga resultados,
pero enmarcar su opinión
en confrontación con el otro
es un derecho humano
siempre que se haga con empatía.

Y en esas está.
En ver, entender y sentir
cómo funciona su entorno.
En sufrir contradicciones
y conseguir pequeñas cosas
que para él
son muy importantes.
En estructurar las dinámicas,
los tiempos, las actitudes.
Articular su personalidad
en base a las experiencias
y los aprendizajes,
y por muy pocos años que tenga,
en la convicción de configurar
un argumentario dotándolo,
cada vez, con más ideología,
porque claro que todo
depende de las ideas
y de los actos.

Si en casa es capaz
de afrontar la dialéctica,
en la calle será capaz
de caminar con la oratoria,
el respeto de los turnos,
y la pasión de lo que se defiende.
Lleva razón.
Hay demasiadas cosas injustas,
solo que cuando crecemos,
las normalizamos, las obviamos,
nos conformamos o incluso
las compramos.
Siempre habrá más o menos
cosas justas o injustas
en función de la clase social
a la que pertenecezcas,
pero siendo honestos,
cualquiera puede conseguir
ser asertivo,
por lo que el objetivo
sería destruir
los privilegios de las élites.

Por el bien común,
deberíamos exigir más justicia
todos los días
para casi todas las personas
hasta que el casi
desaparezca
y todas podamos vivir
en paz y en armonía.
Y si eso tiene que empezar
desde casa,
con tu hijo dando ejemplo,
marcando la diferencia,
para acordarnos
de lo que un día también hicimos
hace muchos años,
pues qué así sea.
Escucha,
habla,
negocia,
comunica y pacta
el beneficio
para todas las partes,
sin que nadie salga perjudicado
y con el compromiso
de que la próxima vez,
será más fácil.

Porque sí,
nos toca reconocer
a l@s mayores,
que el poder seduce,
que el abuso existe,
que la autoridad se excede
a veces por los márgenes
porque no somos capaces
de hacerlo con nuestr@s iguales,
y claro,
en el confort de casa,
con niños y niñas sin posibilidades,
son sujetos fáciles
para recibir nuestra ira
y nuestra más inmundana
actitud injusta.

Estamos a tiempo
de pedir perdón a la cara,
con la mayor sinceridad posible,
a lágrimas si hace falta,
porque podemos llorar
si lo necesitamos,
para que la infancia
pueda elegir libre
y democráticamente,
un camino de valores, 
principios e ideología
sustentada en la justicia social.

No es justo
es un reclamo,
un desahogo,
casi una pregunta
sin signos de interrogación,
un golpe suave encima de la mesa,
una llamada de auxilio,
una hipótesis comprobada
que necesita ejecución inmediata.
Hasta los que nos creemos
más justos
necesitamos un toque de atención
por nuestras precariedades,
especialmente porque nuestras
debilidades pasan una mayor factura
en estas vidas
tan frágiles y vulnerables.

No tengo años de vida suficientes
para agradecértelo, hijo.

martes, 18 de octubre de 2022

Te quiero cientos de cielos

Le dijo una niña a su mamá
casi sin venir a cuento.
Y la mamá, que es mi amiga
y es consciente de 
mi gran interés por las palabras,
me lo cuenta sacando pecho
y con una sonrisa
que supera la masa máxima autorizada.
Y la niña, que también es mi amiga,
tiene razón, 'cientos de cielos',
tantos como personas
hay en el planeta,
porque el cielo
solo se puede ver desde 
una posición concreta,
y como no podemos ocupar
el mismo espacio tiempo
según las leyes físicas,
pues sí,
hay casi ocho mil millones de cielos,
y querer cientos de cielos,
es querer mucho,
es querer a lo grande.

Como un padre
o una madre 
deberían querer a 
su hij@:
con enamoramiento
y no solo con 
el compromiso de la crianza,
sino con el amor
que lo sustenta todo.
Lo hemos hablado
y estamos de acuerdo.
Hay que asumir el amor
para ser pamadres,
porque lo contrario también existe,
pero lo contrario no está en lo cierto.

Sé que puede crear asperezas
o disonancias
que nos distancia tanto
como para no comprendernos,
pero sinceramente me da igual.
Si tú lo tienes claro,
fíjate cómo de claro
lo tengo yo.
Y si te supone un problema,
adiós y muy buenas.
Si el parámetro son l@s hij@s,
solo hay una cosa
que no me puedo permitir perder,
y son ell@s, siempre
y desde que existen,
serán ell@s.

Por ello, máximo respeto
a todas la opciones y opiniones
posibles,
pero si te empeñas
en desequilibrar la balanza,
no habrá balanza
que compense nada,
porque para mí
habrá perdido todo el sentido.
Jamás le diré a nadie
como tiene que ser o sentir,
faltaría más,
pero tampoco permitiré
que nadie haga lo propio conmigo.
Con todo y con ello,
por suerte,
por como somos,
seguiremos confluyendo
en lugares comunes
que nos harán más felices;
eso también lo tengo claro
y eso también pienso
portegerlo a muerte por duelo,
hasta acabar con el adversario,
o ser yo quien muerda el polvo.

Así que a querer 
un montón de cielos
como si fuera
una nueva unidad de medición
que nos permita universalizar
el amor,
y con suerte,
compartir algún cielo
que nos haga mejores,
por lo menos,
más honest@s y humildes.

_ A Marta.V. y sus cientos de cielos_

martes, 11 de octubre de 2022

Ciudades

Queremos ciudades
menos ciudades.
Ciudades más sostenibles
y menos contaminantes,
pero los semáforos para cruzar
cada vez duran menos,
porque pareciera que la ciudades
estuvieran diseñadas
para el ejército ingente de vehículos.
Ciudades recipientes de ruido.
Ruido por todas partes.
No hay árboles
donde esconderse,
ni hierba donde
encontrar alivio.
Hasta las monitoras de patio
utilizan un silbato,
con su desagradable ruido,
para llamar la atención
de l@s niñ@s.
Los nombres propios caerán
en el olvido.
Llegaremos a comunicarnos
con humos y silbidos.
Las palabras perderán
su poder y su influencia
a favor de los sonidos
metálicos e industriales.
No será tan mala noticia
perder el sentido del oído,
porque la actitud de escucha
la perdimos hace mucho.
Ni siquiera el agua
reduce el daño.
Agua tóxica
desde la nube contaminada.
Agua de lluvia que a partir de ahora
ya no se considera potable.
Hasta lo bebible
lo hemos convertido
en inservible.
Y da igual la hora,
siempre hay ruido.
El confinamiento nos dio
un respiro en ese sentido.
Todo se volvió
un mar en calma
para recuperar los sonidos.
El ambiente natural de las montañas
impregnó el asfalto y el cobre.
Fueron buenos tiempos
para recuperar el oído.
Ya no hay paseos sin intromisiones, 
ni conversaciones sin interferencias.
Una especie de enfermedad mental
urbana de voces paranoicas
y sensaciones persecutorias.
Ruido, ruido, ruido.
Ruido en todas partes.
Ruido por todas partes.
Insoportable el ruido.
A veces lo dejaría todo
para irme al campo
a escuchar el río,
a los pájaros,
al viento.
Pero luego no me atrevo.
¿En qué tipo de sitios
estamos criando a nuestr@s hij@s?
Lógico que no te contesten
cuando les hablas,
están hasta arriba de ruido,
sord@s para simplificar el ruido,
para que no duela tanto,
para que no te deje 
gilipollas perdido.
Por eso odio
a la gente que grita,
por ser aliada de mi peor enemigo.
No vale de nada
ventilar las casas
abriendo las ventanas.
Ciudades de señales
ópticas y acústicas.
Ciudades en las que nadie
respeta el color ámbar.
Ciudades llenas de negacionistas
con alma robótica.
Las ciudades empeoran
la calidad de vida,
pero no tengo el arrojo
suficiente como para marcharme.
Es increíble
que tengamos que hacer
excursiones
de kilómetros y kilómetros
para ver una sola estrella,
y para escuchar el grillo,
y para sentir el latido.
Estás follando
y sólo escuchas bufidos
de coches en una rotonda.
La ciudades no paran.
Las ciudades no son amigas.
Las ciudades van a acabar
con nosotras.
¿Quién confronta a las ciudades?
Sobresaltos y puntapiés
durante la siesta mañanera
de un bebé,
como la gota intermitente
que te cae sobre el cráneo
hasta hacerte un agujero
y desear morirte.
Ni agudo ni grave,
prefiero las acneas y los ronquidos.
Sonidos naturales.

De verdad que no lo aguanto más,
¿hay alguien más
le pasa lo mismo,
o soy el único loco
en medio de tanto ruido?

lunes, 10 de octubre de 2022

Sudaderas abandonadas

Cada día vemos más
sudaderas y chaquetas
en el suelo del patio del cole
abandonadas, olvidadas.
Como si fuesen invisibles,
día a día
siguen en el mismo sitio,
inmóviles, invariables,
nadie las recoge,
nadie las reclama.
Como las cunetas
de España,
llenas de fosas comunes
esperando a que alguien
las encuentre.

Pareciera que ni el conserje
ni las familias 
sufriesen las pérdidas.
Y día a día
me empeño en levantarlas
sobre algún poyete
como si eso les diera
algo de dignidad.
Tan diversas ellas
en sus colores
como en sus tallas,
ni siquiera encuentran alivio
en consigna de objetos perdidos.

Es lo primero que hago
cuando nos vamos 
acercando al cole;
pensar en ellas,
como si eso ayudase en algo.
Pero ayer leí que,
en un futuro,
seguramente muy lejano,
cuando ya se pierda la cuenta
de las generaciones que han pasado,
alguien,
en un momento determinado,
te pensará por última vez,
y desde ese preciso instante
nadie se volverá a acordar de ti.
Durísimo pero cierto.

Recientemente hemos visto
a parguelitas cantando
que ojalá volviéramos al 36;
y a una manada entera
subiendo las persianas
de sus habitaciones
con aliento de instinto
para violar y someter
a las mujeres.
Precisamente con el discurso
de hacer que olvidamos,
para disimular el blanqueamiento
de crímenes contra lesa humanidad.

Por eso me niego
a dar por perdidas metafóricamente
esas chaquetas y esas sudaderas.
Porque quiero que mis hij@s
sepan de dónde vienen
y adónde pueden ir
con el debido respeto,
con la memoria intacta
de los máximos cuidados,
con el respeto sagrado 
de los derechos humanos.
El día que se olviden
una sudadera en el patio
del colegio,
iremos por la tarde juntas,
dadas las manos,
para recuperar lo que es nuestro,
para hacer justicia
ante tantas desigualdades,
para equiparanos y apoyar 
a aquella personas 
que sufren discriminación diariamente.

Aunque llueva, aunque truene,
aunque sea de noche,
aunque hiele, aunque abrase,
aunque sea domingo, festivo
y vacaciones,
siempre me acordaré de vosotras,
siempre os tendré en mente,
chaquetas y sudaderas de toda España.

domingo, 9 de octubre de 2022

Me cago en el demonio

Hasta siete veces
se cagó en el demonio
la mujer que subió
al autobús.

Primero porque creía
que el autobús se le iba;
luego porque los precios
siguen inflándose;
la tercera porque le habían
puesto el médico
en Vallecas en lugar 
de en Moratalaz;
a la cuarta desconecté.
Porque llevando razón,
era de estas personas
que se queja en alto
sin mirar a la cara
para que todo el mundo
se entere,
como queriendo
llamar la atención
estando dentro
de la seguridad
que te proporciona lo colectivo.

Insisto en que,
aunque llevará razón
y compartiese sus conjuras,
su voz era desagradable
y sus formas desprendían
cobardía.
Como quien peca de día
y por la tarde va a misa.
Como quien, por amargura
y falta de habilidades,
la paga con l@s más débiles.
Como quien con su grito,
anula las voces serenas y tristes,
que son muchas más,
pero no hacen tanto ruido.

Me pregunto si cada dios
tiene su demonio
antagónico
y si cada demonio
tiene su dios que le confronte.
En todo caso,
la ofensa para l@s que se ofendan.
Porque además,
lo cortés no quita lo valiente,
y el busero, un currito como tú
y como yo,
no tiene la culpa de nada.

Así que sí, señora.
Sufro con usted
que quiten autobuses
de la línea;
sufro con usted
el gran peso económico
de las cesta de la compra;
y sufro con usted
que no haya citas
en el Centro de Salud del Barrio.
Tomemos un café
mientras nos cagamos en el demonio,
o en dios,
y encendámonos las antorchas
para salir a la calle
y prender la mecha
que lleva demasiado tiempo mojada.

sábado, 8 de octubre de 2022

Muerto de pena

Así me voy,
muerto de pena
al verle sentado en su sitio
sin consuelo
mientras se hace el rizo
en el pelo de
cuando tiene sueño
o está triste.
Ni siquiera se
ha quitado la mochila
al entrar en clase
y es la maestra quien
le acompaña al perchero
para colgarla.

Llora porque no quiere
ir al cole,
pero eso es sólo
la frase que utiliza
como resumen
para que entendamos
cómo se siente.
Por motivos que desconocemos,
aparentes o no,
pero en todo caso
solo intuitivos,
él,
quiere quedarse en casa,
con nosotras.
Y le comprendo.
Lo comprendo.

Será cuestión de tiempo
y de ir perfeccionando
el tipo de acompañamiento,
pero mientras tanto,
aquí tod@s,
nos morimos de pena.
Cuando te veo así,
atentaría contra un sistema
poco amable y mal pensado,
en el que la maestra que te toque,
es un factor demasiado azaroso.
Pienso si debería
cogerte en brazos,
llevarte a casa
y escondernos bajo una manta.
Y que le den por culo
al colegio
y que le den por culo
al trabajo.

No. No es cierto
que se lo pongamos
fácil a la infancia.
Tampoco es cierto
que siempre van a estar
bien acompañad@s,
pero no queda otra ¿no?
Por más vueltas que le doy
yo tampoco encuentro consuelo.
Sé cómo lo haría yo
si fuese la figura externa,
pero no sé sentirme
de otra manera
de cómo me siento.
Verle sufrir emocionalmente
desde que se levanta temprano
hasta que salimos de casa
a las nueve menos diez,
no se lo deseo a nadie,
ni a mis enemig@s,
y más, si tiene
que ver con sus hij@s.

Que no es para tanto,
que ya se la pasará,
que es una época...
...bueno sí,
pero yo me sigo
muriendo de pena.
Y lo hago porque acojo
sus emociones,
porque intento comprender
por lo que está pasando,
porque tengo identificado
dónde están las dificultades
pero escapan
a mi control las soluciones.
Llénate de mis besos hijo,
por si se algún momento
quieres recurrir 
a alguno de ellos.

Y te meto las fotos
que hagan falta en
el bolsillo del baby,
y aquel amuleto secreto,
y te puedes llevar un cuento
de casa que habla de cómo
Vanesa consiguió
hacer amigos y amigas 
en su cole nuevo,
y hablaré con la maestra
aunque me mire con ojos de
condescendiente
y luego no logre satisfacer
tus demandas emocionales,
y quemaré el colegio
para que veas un mínimo de luz
entre tanta sombra vacía
que te ocupa,
y me merendaré
al jefe de estudios
si se pone rígido,
y le daré docencia
a tu teacher de inglés que,
recién salida de la oposición,
exige "libro, libro, libro"
para niñ@s de 4 años,
como si fuera Anguita
gritando al pueblo
"Programa, programa, programa".
Y...
todo lo que se me ocurra 
para hacerte el camino
más llano y más amable.
Para que se entienda,
no es cuestión de darle de comer,
es cuestión de sentarme a su lado
y recordarle algunas pautas,
de charlar sobre cómo
nos ha ido el día
e incluso,
de disfrutar de los alimentos.

No es una ida de olla,
pero aunque lo fuera,
es mi ida de olla,
y yo marco la diferencia
con reflexión, empatía y pedagogía.
Porque estoy inmerso en ello
tanto en casa
como en mi trabajo.
Porque no hay nada
más importante que la infancia.
Porque son el futuro
tenemos que ser brillantes
con ell@s,
extraordinari@s hasta
el último aliento.
Que me muero de pena
y de momento,
no consigo hacer nada
para remediarlo.

No es un grito en el cielo,
es una llamada al orden
a quienes no se toman
esto en serio.
Y quizá en dos semanas
esto se pase,
pero son dos semanas
que también dejan huella.
Esta vez no responsabilizo
a nadie en concreto,
pero miguita a miguita,
son demasiadas variables
que no favorecen
a lo contrario
de lo que está ocurriendo.
Muerte a la mediocridad
y al restarle importancia
a las cosas.
Más validaciones y reconocimiento
para l@s más necesitad@s,
sean quienes sean.

La monitora del comedor
no le puede dar la mano
porque se la tiene que dar
al que le toque ser encargad@-
dice la maestra
con un clasismo típico
de los años setenta.
Porque claro,
es más importante
cumplir la ley
que moverse en los márgenes
para atender a l@s más vulnerables.
Y así todo,
así con todo.
Los dinosaurios se extinguieron
hace millones de años
pero hoy día,
cualquier foca le daría mil vueltas
al T-Rex.

Pasaremos por el aro,
pero os quemaréis
con nuestro fuego
hasta que entendáis
que los aros
pueden ser cuadrados,
o triangulares,
y por tanto,
sois vosotr@s l@s
que tenéis
que modificaros
y cambiar las condiciones.
No nos moriremos de pena,
pero la agonía es insufrible,
y lo que nos queda.

viernes, 7 de octubre de 2022

Se sienta sola por primera vez

Se sienta sola por primera vez
un 28 de septiembre de 2022
(la fecha es para acordarnos siempre).
También estaba sola
en el salón
y lo hizo sobre
la tapa de plástico 
de un envase huevos.
Un poquito por azar
o por lo que fuera,
se mantuvo el tiempo suficiente
como para poder descubrirla
y sufrir su caída hacia atrás
sobre una alfombra acolchada.

Es genial estar en sus
primeras conquistas posturales
y observar como expresa gestos
de deslumbramiento,
de sorpresa,
un proceso de digestión
de cosas que no sabían
que se podían hacer
y que de repente,
han sido posible.
Cuando esto sucede,
hablamos de significantes
de accesibilidad y competencia.
De pasos que les conducen
a un medio
para llegar más tarde
a otros lugares más lejanos.

Un pasito más,
literalmente un culetazo más,
para sacar de la chistera
el concepto de perspectiva.
A veces, solo es eso.
Perspectiva o un cambio de la misma.
En ocasiones,
lo tenemos tan cerca
que somos incapaz de verlo;
me refiero a las ideas,
a las personas, a las cosas.
Puede que solo sea cuestión
de cambiar de perspectiva
para encontrar
lo que tanto tiempo
llevamos buscando.

Toda esta reflexión
me la regaló mi hija
sin querer nada a cambio.
Por eso te lo escribo 
y te lo explico,
para que sepas
que incluso desde antes de nacer
ya me estabas dando cosas
sin que yo todavía
te diera nada.
Solo mi voz
a través de la carne
y un tacto que te llegaba
por ondas.

Tú y lo que implicas
sois susceptibles de ser descritas
y/o escritas en verso libre,
para que un futuro,
donde la memoria
ya no alcance a nadie,
podáis redescubrir
qué, cómo, cuándo y cuánto
fuisteis.
También por si ayuda
a alguien ubicarse
en qué podría fijarse
o a qué podría dedicarse.

Recuerdo, de adolescentes,
cuando tu madre
se sentaba sobre mis piernas
o yo sobre las suyas;
un peso que no pesa nada
aunque la materia
tenga sus leyes físicas.
Y ahora os sostenemos
a vosotr@s, aunque sepáis
hacerlo por vosotr@s mism@s.
Quizá, l@s mayores, deberíamos
volver a darnos el permiso para
sentarnos un@s encima de otr@s
como signo de amor, cariño
y primeras historias de noviazgo.

Acabas de terminar
tu tercer día de Escuela
y este texto ya ha caducado.
Te has apoyado sobre tus pies 
para ponerte de pie,
mientras con tus manos
hacías fuerza en mi pierna.
Pero esta conquista postural
ya para otro día.

domingo, 2 de octubre de 2022

Ramón es de llorar

Ramón.
Don Ramón.
Ramón de Morón de la Frontera.
Ramón es mi vecino
de barrio más querido.
Compartimos calle y emoción.
Ramón es del Betis
y ama el flamenco.
El otro día,
cuando llamé a su ventana,
estaba leyendo
'Historia social del flamenco'.
Ramón es comunitario.
Ramón es como mi abuelo.
Ojalá lo fuera.
Nos queremos mucho.
Pero al que más quiere es a Enzo.
- Enzoooo, ven aquí pá acá.

Camina despacito y con bastón,
como si siempre esperase
a alguien de manera altruista.
Sale a por el periódico
o a echar lo lotería
sin prisa,
dando pequeños pasos
con todo el peso de su cuerpo
y todos los achaques
que dice que tiene.
Es grande y voluminoso,
con unos ojos tan pequeños
como los de una cría
de pájaro,
azules y hundidos,
se para desde lejos
cuando le llamas
para reconocerte
según te vas acercando.

Se emociona al saludarte.
Hace tiempo que,
cada vez que le veo,
le achucho
como si fuera el peluche de mi infancia.
Y él llora de alegría
sin esconder su felicidad.
Y se le rompe la voz
cuando le preguntas cómo se encuentra.
Se fatiga al recordar
sus últimos ingresos.
Porque sí, hay veces
que topamos a su ventana del Bajo
y nos abre Alfonsa,
su mujer,
muerta de pena,
para decirnos que Ramón
ha tenido otro episodio.
Hasta que vuelve
son días raros
donde el barrio no suena igual.
Y hasta que vuelve,
la ventana que tocamos
es la de la cocina,
para que Alfonsa nos cuente
la evolución de Ramón,
que ahora está en el hospital
alegrando las jornadas
de las enfermeras.

Porque Ramón tiene
mucha gracia y guasa.
Ramón es del sur,
le delata su acento.
Así que cuando vuelve Ramón,
el abrazo que le damos
es más fuerte
de lo que él puede soportar.
Se emociona tanto
que tiene dificultades
para respirar.
Así que le acariciamos
como si fuera un niño
y le toco la cara que pincha
por los días que no se ha afeitado.
Y Alfonsa se derrite al ver
cómo queremos a Ramón
en la comunidad,
en su/nuestra comunidad
envejecida y llena de historia.

Ramón ya come poquito.
Algún cacho de queso
y dos o tres sardinas
por la noche.
Como le gustaría tomarse
un manzanilla.
Nos contó que hay un gitano
en Plaza España de Sevilla,
que toca flamenco con su guitarra
de solo cuatro cuerdas.
Eso no lo hace nadie más que él.
Si dependiera de mi,
le cambiaba el nombre
la Benito Villamarín
para ponerle 'Ramón de la Frontera'.
Le conocí cuando cayó la Filomena
y pasé por su portal
con mi pala
despejando toda la nieve
y el hielo.
Desde entonces somos íntimos,
por su agradecimiento y su ternura.

Ojalá les hubieran conocido
antes de la pandemia
para haberles cuidado
como cuidé a mi hijo.
Para haberles llevado el pan,
la medicación o cualquier
noticia bonita
que les alegrará un 
poquito el confinamiento.
Si le hubiera conocido antes,
le hubiera dado de comer en regazo
y dormido en brazos.
No sabéis qué sensación
cuando en verano
tocamos a su ventana abierta,
descorrer la cortina
y ver su enorme barriga
con la camisa desabrochada.
Y deja todo lo que esté haciendo
para levantarse como un muchacho
para ver a l@s cachorr@s.
- Toma Enzoooo, pá unas chucherías.

O verle pasear en invierno,
en los días nublados y grises,
sin abrigo y con 
su bufanda del Betis.
Yo de mayor quiero ser como Ramón.
También son clientes
de la tienda de mi madre,
y cada vez que pueden,
aunque no necesiten nada,
se acercan a ver a mi madre
para decirla que tiene un hijo maravilloso.
Ese es mi amigo Ramón,
y su mujer Alfonsa,
su sombra,
que sufre muchísimo
cada vez que Ramón
se emociona,
pero sabe,
que es una persona muy querida
en el barrio.

Ramón,
de Morón de la Frontera,
del portal 11
con ventanales al cielo.
No hay vez que pase cerca
y no mire su ventana
con el miedo de saber
si Ramón estará dentro.
Pero casi siempre llamo
a no ser que sea muy tarde,
para alegrarme el corazón
y recordarme porqué
me gusta tanto este barrio.
Por personas como Ramón.
Mi amigo octogenario, Ramón.

Aunque no vayáis a conocer
a Mi Ramón,
tenéis que saber que,
muy cerca vuestra,
en algún portal colindante,
os está esperando el vuestro.
Caundo Enzo se cuelga
de los barrotes de la ventana
para llamar y ver a Ramón
es de mis cosas preferidas.
Espero que Gala tenga 
este a tiempo de poder
hacer los mismo
y que siempre,
Alfonsa y Ramón,
no estén esperando.

_A Ramón y Alfonsa aunque nunca
vayan a leer esto. A mis vecinas.
A mi barrio_

sábado, 1 de octubre de 2022

La balada de Córdoba

Volvemos a nuestra
ciudad fetiche,
la de las inundaciones en diciembre
y el asfalto infernal en agosto,
pero ahora en septiembre,
un poco desubicadas
y acompañadas por pupil@s,
tal y como nuestras pupilas
se dilataron en aquel 2009
y 2016 a solas,
para enfocar toda
la integración de culturas 
que nos iba a ofrecer la ciudad.

Desde la Calle Segunda
de Miraflores
a la torre de Calahorra,
por la que inicia el
Puente Romano
hacia los aledaños
de La Mezquita, también Catedral,
en cinco minutos.
Miraflores como
su canción y la mía,
la sentencia dada,
atravesada de nuevo
por el torrente del Guadalquivir,
entre azul, verdoso y marrón.

Dos días de Judería,
flamenquines
y aceras empedradas.
Si hay un sitio para 
quedarse a vivir,
es en los jardines del Alcázar,
el de la foto eterna
y en crecimiento
de tod@s l@s que 
no vayamos sumando,
porque Córdoba solo suma.
Allí se recoge y se resume
todo lo que queremos
saber de nuestra historia.

Yo también llevo
sangre del sur;
de judí@s, de musulmanes,
incluso de cristian@s.
Porque estar enamorado
también es sufrir el paro
de esta tierra,
experimentar sus 50
grados en verano
y trabajar su aceite
con denominación de origen.
Córdoba son buganvillas
y margaritas.
Córdoba es la madre
que me parió
y nuestro viaje favorito.

A Córdoba se vuelve
aunque no te lo propongas,
lo dicen sus murallas y torres,
sus arcos y zocos,
sus patios y su sinagoga.
También lo dicen los sefardíes
y Maimónides,
si intelectual por antonomasia.
Nos lo dijo Julio Anguita
y su pedagogía.
Pero que no te lo cuenten.
Ve, hazlo y consigue ser parte.
Entre su amarillo y naranja
os prometo que hay sombra
y no hay toreros
ni señoritos multimillonarios 
que valgan. 

L@s retoñ@s ya pueden
tachar de la lista
unos de los lugares
más bonitos que visitar.
Ojalá lo hagan en un futuro,
en las cuatro estaciones,
con personas a las que quieran,
como hicimos sus pamadres,
a la aventura
en un piso de estudiantes universitarios 
y sin mapas,
me lo dijo una amiga.
Con el ánimo de descubrir
y perderte al mismo tiempo,
sin prisas ni prejuicios,
sin miedo a la incertidumbre
por lo que habrá tras la esquina,
de la mano con el amor de tu vida.

Os encomendamos esa tarea,
la de caminar
como Machado en su infancia 
en los patios de naranjos
de Sevilla,
pero en Córdoba,
la inigualable urbe cultural
que no deja a nadie
indiferente,
y si se da el caso,
es que no tiene alma.

Al volver y para
bajar a la realidad,
399 kilómetros
con parada obligatoria 
en la 283, Guarromán, por la guasa,
tuvo que adelantar
hasta en dos ocasiones
a un retén de 10 coches
y un furgón de la guardia civil,
a 136 km/h
con la calma
y la cabeza bien alta.
Nadie nos rechistó.

_A la Córdoba de mi corazón_