en el archivo de Notas.
Pensando cuáles serían
las mejores palabras
para darte la bienvenida.
Sin precipitarme y delicado,
para hacerte justicia
antes de que nazcas.
Pero ya no me aguanto más.
Quiero hacerte pública
como la mejor noticia de todas.
No somos pocas,
a parte de tus pamadres,
las que te hemos hecho
un seguimiento exhaustivo
enp tu crecimiento gestacional,
porque no has sido la primera,
pero sí que eres única,
y eso da vértigo.
Tus dos sílabas
con la misma vocal,
comparten herencia
con algunas que llevan
tiempo esperándote.
Casi como si fueras
a ser mi hija,
preparando el ambiente
de ropas y muebles pintados
para cuando decidas venir,
para cuando decidas estar
físicamente.
Porque presente siempre has estado
y porque el futuro
lo tienes asegurado.
Este ha sido su/nuestro mayor miedo.
Algún día te lo contará tu madre
mientras tu padre te sostiene
en brazos.
Recibes el nombre
de un accidente geográfico
donde se conocieron
tus pamadres.
Desde Aguadulce hasta Garrucha
pasando por Cabo de Gata
y Carboneras.
El contraste de la
Almería desértica
con sus calas de agua transparente.
Tu madre fue
la primera y la única punki
de la que me enamoré,
no hubo otra, lo juro.
Nos horneamos en el instituto,
cada una en su curso,
con esa mirada curiosa, inquieta
y de admiración
de ida y vuelta,
sin jerarquías ni burocracias.
Allí compartimos luchas,
asambleas y manifestaciones,
y lo más importante de todo,
el inicio de un amor por la infancia
y el compromiso de acompañarla
como se merece.
Un par de años después
nos redescubrimos sin recelo
en el parking de una escuelita pública.
A partir de entonces, salimos del armario
para tatuarnos juntas y borrachas,
unos trazos de líneas irregulares
que forman la nube
que siempre nos recordará
de dónde venimos.
Allí volvimos a compartir
baños, luchas y acometidas
con los que nos pareció
debía ser arremetidas.
Y nos hicimos íntimas,
tanto,
que me se de memoria
todo el recorrido
del cuerpo de tu madre
y me hamaco en su mente
siempre que me deja;
porque allí se está muy tranquilo,
en paz y armonía
pese a que siempre
quede pendiente
alguna causa social perdida.
Hicimos viajes, nos casamos
y configuramos
la primera K que hizo
historia en su vocabulario,
la segunda en mi caso.
También me habló
de tu padre
en aceras frías
con desayunos take awey.
Si tu padre supiera
todo lo que me le he follado,
me miraría con un poquito
más de vergüenza.
Si, tu padre,
con más pelo que espalda.
Alto y con guasa.
Con más guasa
que las conversaciones
surgidas de un ascensor.
Porque él hace las placas
informativas de los ascensores,
para que la gente suba y baje
y por el camino
se entrega.
Tímido y confiado,
como la cría de cachorro
que camina bajo
las piernas de su madre.
Con su rodilla desgastada
y su encorvamiento,
es un mapa de miles
de kilómetros cuadrados
en los que encontrar
conversaciones de alta calidad.
Esta es sólo
una de las historias
que han de contarte,
y si no,
te la relato
con la suficiente antelación
como para que sea tuya
antes de que nadie la olvide.
Porque l@s mayores
somos así.
Hacemos las cosas con ilusión,
las sufrimos y luego tendemos
a olvidarlas.
Pero para eso estoy yo.
Para intentar colocar
cada cosa en su sitio,
especialmente la memoria,
para que te alcance de lleno
y elijas, si quieres, subirte a lomos
de lo que un día te trajo,
de lo que un día serás.
Y no es que haya sido
precisamente
un camino de rosas;
otras rosas se marchitaron antes,
pero hicieron camino;
un camino con piedras,
curvas y espinas,
el camino que tú recorres
valerosa y firme,
convincente y emocionante,
junto a la soledad de las preguntas
sin respuesta que nos
mantienen en vela
y junto a la inseguridad de los miedos
que no me permiten
celebrarte como te mereces.
Pero todo eso se ha acabado.
No hay muros ni fronteras
que no me permitan imaginarte,
pensarte, soñarte.
Seguiré los pasos
que corresponden:
primero a regazo en horizontal,
luego en escalada en vertical,
y por último el hombros,
en lo más alto,
porque aunque sea bajito,
te puedo dar el cielo,
y las nubes,
y las palabras que ocultan
el lado oscuro de las estrellas.
Con tu permiso,
siempre con tu permiso.
Y con el de tus pamadres.
Sin protagonismo
ni excelsas decoraciones.
Como una operación
a corazón abierto
para que nos impregnemos
de todo lo que merezca la pena,
y lo que sobre,
te lo quitaré de en medio
para que no te dañe,
para que no sufras.
Porque ya está bien
de sufrimientos.
Les/nos toca vencer de nuevo
como ya hicieron antes
otr@s referentes.
Y lo vamos a conseguir,
lo vas a conseguir
por la gloria social
de l@s más vulnerables.
Repito, no serás la primera,
pero seguirás siendo única
en esto de abanderar
las luchas y las conquistas
en las que tanto tiempo
llevamos inmersas.
A mi no me gustan las playas,
pero Cala, solo hay una,
y si me dejas,
me haré el muerto
en tus aguas
para que me lleves
donde tú quieras,
hasta donde tú quieras.
De momento,
me conformo
con que tus viej@s
me cuelguen
en algún cachito de tu pared,
para quien ose entrar a verte,
sepa justo lo que debe ofrecerte.
_A Cala y sus pamadres_