Me bajo a mi hija
a la calle,
inquieta y sin consuelo
para que no moleste a su hermano
y su madre durante la siesta
a finales de junio.
Me siento en un banco a escuchar:
L@s quinceañera@s cantando a todo trapo la canción de su serie adolescente.
El puntual camión de la basura ( 2 veces).
El ruido incesante de los coches.
El portal abriéndose y cerrándose.
La pitada a la ligera de un subormal (hombre) tocando el claxon de su vehículo.
La vecina metiche.
El batir de las palomas.
El motor contaminante del autobús.
El que va hablando a grito pelao por el móvil.
El piar satisfactorio de los gorriones.
La voz del niño que es proyectada muy lejos.
Una puta alarma.
El crujir de las hojas al chocar por el viento.
Los frenos de un coche que deberían de ser cambiados con urgencia.
Las ruedas de un carrito que chirrían.
Una pareja respetuosa que se calla al pasar.
El chillido desbordado de una madre regañando a su hija.
Unos tacones fuera de lugar.
Mucha palabras esdrújulas malsonantes.
El correr de una cuerda de tender
Los chorros infinitos de la fuente no potable.
Hasta las nubes suenan al moverse. Todo suena.
El sonido desagradable de una bolsa de rafia que roza con la cadera.
El zumbido del puto mosquito.
El llanto de los pasos de cebra al ser pisoteados. Hasta eso se escucha.
El traqueteo de unas llaves en el bolsillo.
La cola de aquella urraca (pica-pica) al golpear el canalón.
La vulnerabilidad de una ventana antigua.
La fregoneta del gitano de mi barrio.
La pinza del quinto al caer.
La mochillo de poca monta .
El bastón amortiguado de la señora.
El patinete renqueante que pareciera que fuera a romperse en cualquier momento.
Los ruiditos inverosímiles de su garganta.
La succión desesperada de su boca.
Su pestañeo como si se tratase de un portazo.
Los suspiros de mi hija dormida.
Su volcán de saliva al tragar .
Todo esto en apenas
media hora.
Imaginaros
si prestásemos atención,
de la de verdad,
todo el rato.
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