martes, 19 de julio de 2022

40° a la sombra

Cada año es peor,
ya no solo por
la evolución del clima
hacia fenómenos y temperaturas
sobrenaturales,
sino por la imposibilidad
de la gran mayoría
de la gente
de poder combatir
de alguna manera
este infierno.

Olas de calor inexpugnables,
incendios provocados o no
que arrasan miles de hectáreas,
muertes, muchas muertes
por golpes de calor,
incluso mientras barren las calles
o custodian naves,
aparatos contaminantes
para todos,
mientras que las facturas
solo las pueden asumir unos pocos,
piscinas cerradas
porque ellos ya tienen sus yates,
niños y niñas en las escuelas
durante el mes de julio,
porque son las escuelas
públicas del ayuntamiento
quienes les hacen la cama
a las empresas
y el flaco favor a las familias.

Porque el tipo de verano
que sufrimos,
sigue siendo un elemento
muy deseable
por la peña de este país.
Ubicados al sur
del Mediterráneo,
esperamos el calorcito
que nos haga sacar
los cuernos al sol,
como si el frío que hace
en invierno no estuviera
sobrevalorado.
Prácticamente de mayo a octubre,
nuestra existencia
pasa por sobrevivir
a mañanas agonizantes
y noches asfixiantes.

Son demasiado preocupantes
estos niveles de radiación:
radiación solar,
radiación industrial,
radiación humana,
radiación capitalista.
Tenemos que parar.
Cada vez respiramos peor
y más mierda,
pronto,
con este calor,
no necesitaremos
que la fiebre combata
cualquier infección
en nuestros cuerpos,
porque será el calor
el que nos erradique.
Y el agua
y los animales
y los prados
y l@s niñ@s recién nacid@s.
Debemos hacer algo.
Parte de la solución
no pasa por irse
cada vez más
al norte del norte.

¿De verdad que no os pone
de mala hostia todo esto?
A mí me tiene intoxicado,
derretido como u cubito de hielo
en un café americano.
Putos norteamericanos.
Putos europeos.
Putos caucásicos .
Putos sean los que quieran
adueñarse de todos
los recursos naturales.
Y putos los cuñados,
todos los cuñados expertos
en cambio climático.

Los campos zamoranos,
los valles del Jerte,
los montes de Galicia,
no tienen la misma cuota de share
que el volcán de La Palma,
ni la misma gestión de recursos,
ni la concienciación ambiental
que se merece.
Los termómetros
de las marquesinas y las farmacias,
son de las imágenes
más escalofriantes
que te puedes encontrar en la ciudad.

Insisto,
cada año peor,
cada año más grave,
cada año más preocupante,
¿qué les tocará ver
 a nuestr@s hij@s
cuándo se hagan mayores?
El fuego actual
reduce la vida a cenizas
y no quiero ser parte
del polvo
que de esparce.

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