Debatíamos sobre solidaridad,
compañerismo y el estado
de ánimo de las personas.
Cuando se invierten esfuerzos
en ser amable, correcto y educado.
Da igual el contexto,
lo mínimo que se espera
de un ser humano
es cierta capacidad de empatía.
Me decían el otro día
que para no gustarme
el concepto de "mochila",
escribo mucho sobre él.
Claro,
"el comentario útil" y "el reproche"
se lo lleva quien tiene
la actitud analítica y crítica
sobre las cosas,
en lugar de increpar
a los verdugos y las verdugas
con el estatus no escrito
de su impunidad.
"Es que es así", "ha sido así
toda su vida", "nada ni nadie le va a cambiar"
son justificantes sin compulsar
provenientes de nuestro miedo
"al otro".
Bueno, cualquier relación
que se sostenga desde el miedo,
nunca será una relación igualitaria.
Miedo a cómo es,
miedo al que dirá,
miedo a las consecuencias.
Y así todo el rato,
dónde l@s que lo intentan
suelen perder,
y donde l@s que se creen invencibles,
suelen ganar sin oponer
apenas resistencia.
Esto se tiene que acabar,
o mejor dicho,
esto tiene que empezar
a ser combatido.
¿Qué cómo?
Mediante la confrontación
respetuosa
y desde la creencia
que tú no le debes nada a nadie
por amor al arte
o a una especie de magia religiosa.
Tu padre,
tu hermana,
tu jefa,
tu compañero,
mis cojones por detrás y por delante.
Se llame como se llame
y cumpla la función que cumpla.
"Hoy tiene el día atravesado".
Vaya...entonces
ya tengo yo cuidado
de no molestarla
con mis inquietudes
y demandas,
"a ver cómo está mañana".
Ya me pongo yo "su mochila"
para no importunarla.
Mientras tanto
mis derechos,
mis necesidades
y mis preocupaciones
quedarán relegadas
al azaroso día
en que la vea preparada.
Insisto en que da igual
el contexto
o el ejemplo que ponga,
esto nos pasa a todas.
Pero sale a cuenta
mirar para otro lado,
blanquear todo
lo que nos pueda hacer daño.
Así que de un modo o de otro,
somos cómplices
de normalizar ciertas
actitudes y comportamientos.
Somos responsables
de perpetrar a esas
figuras autoritarias,
sea cual sea el poder que tenga.
Podría ser una posición de poder
en la relación laboral
dónde todo se jerarquiza
aunque no esté en el papel
de los estatutos,
o podría ser una posición de poder
coercitiva y manipultiva
en el marco más estricto
de lo emocional,
entre muchas otras.
Cabe preguntarse
el porqué
y hasta cuándo.
Sería razonable plantearse
las posibilidades de cambio.
Debería ser obligatorio
cuestionarse la mediocridad del trato.
Es de justicia ser radicales
en estos ámbitos,
atajar desde la raíz del problema
la podredumbre humana.
Es dignificante dar ejemplo
y crear precedentes
que sirvan como referencia
a l@s que se sitúan
en el lado de l@s vulnerables.
No lo he contado pocas veces;
imaginaos si se lo he dicho
a mi padre,
como no se lo voy a decir
a una cualquiera
con la que no me unen
ni dos cafés con cuatro churros.
Y si a ti que lees esto,
te sientes aludid@
en cualquiera de sus vertientes,
actúa por inclinar
la balanza,
aunque sea una vez,
por lo que te parece
justo y respetable.
No seremos eternamente
las víctimas.
No en mi nombre.
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