Del equipo de los azules,ha pasado por varias mesas
cooperativas,
dos maestras
con líneas muy diversas
y una de apoyo
tan mediocre
como los objetivos planteados
del currículo.
Un inicio de curso
lastrado por el Covid
y las rigideces
de una Dirección
bastante infantilizada
y burocratizada.
Sólo pudo estar un día
acompañado por su madre
durante 45 minutos.
El resto,
sin tener tres años todavía,
lo hizo él solito,
con todas sus preguntas
sin respuestas,
con todos sus miedos
mal acogidos y
con toda su pena
en la más estricta soledad.
Pero insisto en que lo hizo,
que lo consiguió él solito
sin estar preparado
para hacerlo
sin referencias
a su lado.
Su madre y su hermana,
todavía dentro de la barriga,
le dejaban a las 09.10
en el umbral de una puerta
que también hace las
veces de garage,
para que la cruzase
sin dar la mano.
Eso sí,
la temperatura de la frente
y el gel hidroalcohólico
en las manos
no se le escapaba a nadie
por motivos
de salud pública;
lo de ser cuidadosas
con la infancia
ya para otro curso.
El caso es que día a día
se enfrentaba a la dura realidad
con un babi
que le venía grande
y una mochila con demasiado peso,
entre otras cosas,
por un libro de texto en inglés
que lógicamente
fue ignorado
durante todo el año.
Entraba contenido,
como si alguna vez
le hubiéramos dicho
que no pudiera llorar,
aguantando sus impulsos
de darse la vuelta
y gritar desconsolado.
Esas fueron de las cosas
que más nos dolieron,
su decisión/indecisión
de no expresarse
a los cuatro vientos.
No tardó en vincularse
con su maestra
andaluza y republicana,
sin tener ni idea
de lo que significaba
ser andaluza y ser republicana.
Esa información
sólo sirvió
para calmarles los ánimos
a sus pamadres,
para proporcionarnos
ese hilo de confianza
que buscábamos transmitirle.
Empezó a nombrar
a algunos amigos y amigas,
a relatar algunas de las vivencias
más significativas del día
y a detallar alguno de los sentimientos
que le habían atravesado.
Fue incorporando
sonrisas
y estrategias pacifistas
para incluirse en
un contexto
en ocasiones bélico,
por falta de recursos,
apoyos y pedagogía.
Lo que vino después
es historia viva
de su crecimiento.
El más pequeño,
cronológicamente,
de clase,
ahora sirve como
posible modelo
a quien todavía
presente dificultades.
Los días que metió
la cabeza
en el plato de comida
por quedarse dormido,
hasta que las familias conseguimos
que el colegio
diese su brazo a torcer
y ofreciera siestas.
Los biorritmos,
acuérdense,
los biorritmos.
Adaptar el ambiente
a quiénes vayan más desprisa,
y a quiénes todavía
nos demandan más tiempo.
Esto no es bachillerato,
aunque solo seas una
y tengas falta de recursos,
parte de la individualidad
de cada uno y cada una.
Los días que te costó
entender lo que era una fila,
porque "el uno es un soldado
haciendo la instrucción".
O caminar en grupo
haciendo un trenecito
como si fueseis
esa oveja
que se puede salir
del redil.
Más ovejas contestatarias
y menos soldados sumisos.
Los besos y los te quieros
con mamá
a través de la valla verde.
Cuando las despedidas
ya se presumían felices
y mamá no volvía a casa
llorando.
El señor de pelo blanco
que tanto te asusta
y que a veces utilizamos
para amenazarte si llegamos tarde.
Porque nosotras también
nos equivocamos.
La diferencia es que
lo reconocemos,
pedimos perdón
por ello
y rectificamos.
Cuando las letras
de Zoraida
pasaron a ser
las de Elena.
Una maestra,
que lo único
que pudimos ver in situ,
es que que se ponía
a vuestras altura
para saludaros
y preguntaros
cómo estabais.
Enzo estuvo
triste durante
los últimos días
porque le explicamos
que Elena
no les acompañaría
el curso que viene.
Los días en que venías
contando si te habían
tocado motos o arenero;
o si habías jugado
con Amir o Logán;
o si te habían puesto
La pantera rosa
en la puta pantalla.
En los que habías
aprendido tal número
o tal letra;
en los que la teacher,
y luego el teacher,
os habían cantado una canción.
El día que fue mamá
a contar a tu clase
el cuento de
La ovejita que vino a cenar,
a maternalizar el ambiente,
a ser partícipe
de tu convivencia en el cole.
El día que antes de que llegaras
al cole, nació tu hermana,
a las nueve menos diez,
que nunca será lo mismo
que las ocho y cincuenta.
Como el día de después
que te llevaron l@s abuel@s
con el pelo teñido y cresta
para celebrar
tu fiesta del rock,
la única que nos hemos perdido.
Los días en que los domingos
repasábamos juntas
lo que ibas a contar
los lunes
en la sección de
noticias del fin de semana;
cuando preparamos
aquella exposición
sobre los conejos
y salimos por el barrio
a hacer fotos;
cuando la abuela Isa
te dio una radiografía de su pie
para que la llevaras
al rincón del cuerpo humano
(también te llevaste jeringuillas
y cánulas con las
que alimentábamos a Gala
en sus primeros días).
El día en que te fuiste
a la granja en aquel
autocar gigante azul oscuro
y estábamos tu familia entera
para despedirte;
también cuando regresaste
con cara de dormido,
churretes de salsa de tomate
en la boca
y un desplegable
con forma de mariposa
para pintar.
Los días en que hacías pellas
porque papa estaba de
permiso paternal,
o aquellos viernes
que no te quedabas
a comedor para empezar
antes del fin de semana.
El primer 8-M
que vivimos en familia,
que tampoco fuiste al cole
y acabamos
en la Plaza de las mujeres.
El día en que dijiste
por primer vez
el nombre de tu cole:
Valdebernardo,
y a continuación
el nombre de tu barrio:
Vicálvaro.
Sólo faltó el de tu casa:
La Mariana,
porque el de tu grupo
de iguales te lo sabes:
La Kuadrilla.
Los días en que te invitaron
a tus primeros cumples
de cole de mayores,
en parques de bolas asépticos
y tartas azucaradas.
Pero a ti eso
no te importaba,
sólo querías hacer recrecer
tu juego.
O las tardes en el parque
con mucho columpio
hasta que terminabas
de contarnos todo
y luego te distanciabas
haciéndote el mayor.
-¡Hola me llamo Enzo!
¿quieres jugar?-
espetabas a los niños y las niñas.
Los días en que venías
con heridas y restos de sangre,
o con la ropa cambiada
por alguna fuga accidental
o por algún bloqueo emocional,
quién sabe.
Los días que entrabas triste
porque el abuelo Pedro
no conseguía estar a la altura;
el día que fuiste con
tu camiseta feminista
y tod@s quisieron
hacerse una foto contigo;
o el día que te pusiste
las gafas
para ya no volvértelas
a quitar.
El día que celebraste
tu cumple,
que aunque siempre
vaya a caer en vacaciones,
lo celebrarás previamente
con tu pandilla, tu corona
y tus canciones.
Y luego iremos al cine
a ver tu película favorita,
y vendrá a tu cumple
quiénes quieras tú que vengan.
El día que le diste
un dinosaurio pintado a Elena,
o todos los dibujos
que les has llevado a tus amig@s,
o la representación de tu familia
que ya tenemos enmarcada en casa.
La carrera popular
de aquel sábado en el cole,
los experimentos de ciencias
de las familias,
los cuentos que cada un@
comparte de su casa.
Ayudar a Juan a jugar de otra manera
o aprenderte el nombre
de alguien de la clase
de los verdes;
dar las gracias a Raquel
cuando te cambie
y decirle a la monitora
que está ahí
para algo más
que para poner
el YouTube
(mecagoendios).
Todas esas cosas
y miles que me dejo
más otras miles
que por desgracia
desconozco,
conforman tu primer año en el cole.
Y concluyo que eres feliz,
así que gracias
a todas las personas
que habéis influido y aportado
en el proceso
y sobre todo,
reconocer,
reconocerte a ti, hijo,
tus méritos, tus conquistas
y aquellas cosas
que hayas sentido
como fracasos,
esas también te hacen ser
como eres:
EXTRAORDINARIO.