en los últimos
meses ha sido
la de abrir
la Escuela.
Los celadores
de la pública
de gestión indirecta;
una gestión bien
entendida.
Abrir dos puertas
y meter
un código;
el único
PIN parental
en el que creemos,
la alarma.
Encender las luces
para iluminar
los pasillos
y los restos
del día anterior.
Preparar
minuciosamente
los materiales
de la jornada
y ponerse
en el lugar
de pistoletazo
de salida
para dar la
bienvenida
y acoger
debidamente.
Antes,
un café
y un piti
y por supuesto
no llegar
nunca tarde.
Acoger
debidamente
a l@s mayores
perjudicad@s
de un horario
a la fuerza
exigido
por la flexibilidad
laboral,
que es justo
lo contrario
a la conciliación
familiar.
Ir viendo
cómo se llena
y se transforma
el ambiente
hasta convertirse
en una suerte
de hogar
que supla
nuestras carencias.
Por tanto,
para abrir
debidamente
una Escuela
ha que hacerlo bien,
sin rodeos
ni excusas,
y sin diferencia
alguna de lo
que nos ocupa.
Esto no es
difamación,
es mi punto de vista
legítimo
en verso libre,
sin técnicas
ni remilgos.
Me atengo a
las consecuencias
reales y mágicas
porque ninguna
empresa me va
a callar la boca.
No es activismo
digital,
es la prueba
escrita
de cómo
te voy a combatir
¿Te doy pistas?