Cómo cambia el mundo
cuando todo lo que haces
lo acabas haciendo
una hora más tarde
de lo habitual.
Las calles se aprietan
y resultan asfixiantes
pese a que los colores
adoptan tonos
más nitidos
dentro de la gama
de la rutina.
El desconcierto es total
y ves a gente
que ni sabías que existía;
completos desconocidos
que tienen
una hora más de sueño
y que comprenden mejor
la dinámica del momento.
Un puzle
al que te arraigas
sin tiempo
para completarlo,
pero al que te adaptas
irremediable
atravesando
los baches
para llegar
a tu sitio;
un lugar
acostumbrado
a tu presencia
y acomodado
en la seguridad
que le ofreces,
mientras tú,
emocionado
y delicado,
tratas de explicarle
a la vida
por qué
aquel día
cambiaste el turno.
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