Estar con él
es como rascar
el coche
tras una helad
a
interminable.
Las durezas
perpetuas
en las manos.
La serpiente
sibilina
que espera
tras la roca
para cazar
a su presa.
El ratón miedoso
con patas de plomo
que no sabe
acertar
con el camino.
¿Y de quién es la culpa?
Pues de él no,
pero mucho
menos mía.
Las opciones
que teníamos
se pierden
alternas
en momentos
espontáneos
que no significan
nada.
No nos queda
esperanza
más que la de
vivir en la distancia
sabiendo
que seguimos viviendo
muertas nuestras
oportunidades.
Te deseo la paz,
hermano,
pero no sé
si podré
estar en ella.
Por si acaso
sabes mi dirección,
te espero
feliz y
recuperado
preparado
para el
abrazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario