Emancipados
nuestros cepillos,
se ríen a oscuras
del pasado opresor.
Haciéndose cosquillas
en el mismo vaso
se aseguran de por vida,
una sola visa.
Ya no hay domingos
que los separen
y lo saben
porque saben distinto,
como a polvo de nube
apunto de precipitarse
convertido en lluvia.
Ahora lo comparten
todo,
hasta la mierda intrínseca
del día a día,
pero ya no duele,
solo conmueve
como se mueve
su culo leve
cuando se
lava los dientes.
Los cepillos
se ríen,
de noche,
jugando
al escondite,
hinchados
de virtudes.
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