si la pérdida
me fuera ajena,
y escribo justo ahora
que ya no habrá más DOMINGOS
pudiéndolo haber
hecho sin ninguna excusa,
pero es natural,
la distancia que impuse
y el muro que levanté
eran necesarias para cerrar
una de las épocas mas
felices de mi vida
y de las que me vi
impotentemente expulsado.
Pero hoy no escribo
por cambios de pliego,
ni por jefes asustados,
hoy aprieto mi tinta
para recordar mi
primer acompañamiento
profesional:
Fue a Cercedelilla y
acompañaba a un
hombre barbudo,
parco en palabras
menos los días de
visita.
Me dijeron que no
andara por delante
ni por detrás,
que nuestros pasos
se igualaran
para poder
atendernos justamente.
Y así, juntos y nerviosos,
cada uno por sus motivos,
llegamos a su casa,
la que nunca pudo levantar
pero de la que siempre
nacían historias
fascinantes.
Pasaron 4 años más
de meses intercalados
donde los acompañamientos,
que fueron muchos,
se hicieron emocionales.
Era un sol
cuando lo tenía que ser,
y fiera indomable
cuando buscaba refugio
a pesar de su
aislamiento.
Experto en hacer escaleras
y trío de vez en cuando,
no cerraba hasta
que fuera con "menos diez".
Capaz de torturar
su cuerpo antiguo
y cicatrizado
con viajes inverosímiles
en bicicleta.
Caminante de Santiago
y la Sierra de Madrid,
peregrino alpino
fumaba troncos de raíz.
Malísimo para
recordar nombres,
o eso nos quería
hacer creer él
en busca de atención,
desafiaba al frío
en pantalón corto
con valentía norteña.
Le encantaba
presidir la mesa
para observar
sin ser observado,
callado,
cualquier ápice
de aquello que
podían ofrecerles
el resto.
Goloso como él solo
a pesar de
las prohibiciones
nadaba como
pez en el agua.
Duro de conversar
de olores fuertes
corazón aplacado
durmiente desnudo
para irte de este mundo
tal y como una vez
te recibió.
Tendríais que haberle visto cocinar....
Aquel primer verano
de los tres que le siguieron,
aprendí,
que hay veces que
los DOMINGOS
no te apetecen volver a casa.
Que la caminata te sea leve.
_A "mis" edus_
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