miércoles, 30 de octubre de 2024

No quiero ser aliado

El caso del agresor sexual
de izquierdas me ha afectado
demasiado,
como si fuera la primera vez
qué ocurre o como si estos
personajes nunca hubieran existido.
Esto pone de manifiesto varias cosas 
y siento que a veces 
tenga que haber un golpe de efecto 
para darme cuenta,
pero lo aprovecho y lo recojo 
para intentar asumir
mis precariedades.

Una de los aspectos 
que se ponen de relieve 
(no voy a seguir un orden
por importancia 
de mayor a menor,
sino como me va saliendo)
no es el hecho de que sea 
de izquierdas,
sino que todavía
no estasmos preparados
para asumir
que por cultura, historia
y evolución,
somos potencialmente
no solo agresores,
sino violadores 
por el hecho de ser hombres.
Ahora lo he visto claro,
Ahora lo he entendido 
a modo de garrotazo.

Otra de las cosas 
que quiero analizar 
es cómo he consentido
y normalizado 
leer o escuchar 
que al cabo de un día 
existen miles y miles de agresiones
a mujeres y de cómo 
una vez por semana
se produce al menos
un asesinato,
que sepamos 
o que quede demostrado.
Me asusta pensar y sentir 
sin apenas cambiar
el gesto de mi cara 
este tipo de titulares 
aunque por supuesto 
me parezcan una tragedia.
Ni una muerte más,
ni una mujer menos.
No miento al decir
que me produce asco,
rabia y dolor,
pero no sé hasta qué punto
estoy concientizado
para demostrar 
que aporto algo
en cambiar este drama.

No sé si estoy logrando
comprender en esencia
lo que reivindican tantas 
voces diversas.
Nunca le he preguntado
a mi madre 
si alguna vez
la han agredido,
o a mi mujer si se 
ha sentido intimidada
por mi culpa.
Son preguntas
que me avergüenzan
pero son sus respuestas
las que me acojonan.
Creo que voy a empezar por ahí.

Me considero feminista
pero no sé hasta qué punto
soy un feminista de verdad.
Me siento un intruso,
un tramposo, me declaro
culpable en no estar 
sabiendo estar a la altura
de lo que gran parte de
la sociedad está pidiendo
a gritos, con sangre y llantos y pérdidas.
Ya no es que busque ser aliado,
es que quiero formar parte 
de las soluciones 
y arrancarme de cuajo 
toda actitud o comportamiento 
machista que implique 
discriminación, abuso de poder 
o agresión de cualquier índole.
No tengo ninguna 
enfermad mental 
aunque no sé cuánto 
de sana está mi salud mental;
me dedico a los cuidados
primero en casa y después
en el trabajo,
pero me surgen serias dudas 
de si lo estoy haciendo bien,
de si construyo y acompaño 
con los mismos objetivos
que ellas.

Me aturde tanta opinión 
y tanto argumento
y sentir al fin y al cabo
que ningún relato
nace de uno mismo
y que no hacemos más 
que repetir patrones 
y usurpar discursos.
Creo que no tengo complejos,
pero al mismo me tiempo 
me martiriza 
no ser lo suficientemente bueno
y sensible con los problemas
de la gente, especialmente 
en lo que se refiere
a las violencias
contra las mujeres 
por el hecho de serlo.

Me autopercibo extraño 
y no me gustaría 
que este texto sirviese
para valorar mis actos,
mi mirada o mi pensamiento crítico;
sino todo lo contrario 
amiga, vecina, compañera, familiar,
quiero que me digas
en qué te parece que fallo
y cómo podría hacerlo mejor.
Quiero creer que 
me equivoco más inconscientemente 
y por ignorancia, desconocimiento 
o por no haber logrado
poner el foco en las claves.
Quiero cambiarlo, quiero que me ayudes.
Lo anterior no excluye 
mi responsabilidad ciudadana 
para con mi sociedad en general,
la mujer en particular 
y los derechos humanos en lo universal.

Sé que tienes suficiente
con lo tuyo 
como para encima 
acompañarme a mí,
que soy hombre 
y en cualquier momento 
puedo dar 'la otra cara',
aunque esté muy oculta
en lo más profundo,
pero algo flota,
por lo tanto existe.
Necesito saber
si mi mirada intimida,
si mis palabras amenazan,
si mi manera de tocar humilla.
Sin el ánimo de hiperbolizarlo,
sé que en los matices sutiles 
también está la posible agresión.

Lo que sí creía 
que había entendido bien
era el concepto y la base
del consentimiento;
y un día, bromeando 
con una colega,
le dí la mano
entrelazando los dedos 
y me dijo amablemente
que se había sentido
violentada.
Qué fuerte, joder, qué fuerte.
Y claro que tenía razón.
¿Veis a lo que me refiero?
Inmediatamente pedí perdón 
y me justifiqué 
aclarando que no había sido
mi intención.
Pero por muy sincero que fuera,
a mí, jamás, por ser hombre,
me ha pasado algo parecido,
ni con gigantescos 
ni con pequeños detalles.

Mi intención no es dar pena,
ni seducir, ni agradar
con mis comentarios.
De verdad que solo quiero
comprender y acompañar,
cuidar siempre que fuera necesario
con el permiso pertinente
y dar la cara cuando haya que darla.
No quiero protagonismo,
ni espacios que 
no me correspondan,
ni cuotas de poder
por tener un determinado estilo.
Quiero despojarme 
de cualquier mierda
que implique lo contrario 
a lo descrito anteriormente
para poder posicionarme
dese lugares conscientes,
comprometidos y respetuosos,
nada más.

Me sorprendo pensando
en cómo lo estará 
pasando el agresor intelectual
en su casa
cuando no sé si he hecho
lo propio alguna vez
con las víctimas.
Otro síntoma del recorrido
que me queda.
Lo único que sí me queda
hasta que consiga ser
mejor hombre es partir
siempre del consentimiento 
y del yo sí te creo, hermana.
No quiero más opciones.

Si alguna vez te he dañado
con mis comportamientos
machistas y por tanto 
inaceptables,
te pido perdón públicamente 
aunque valga de poco
y te animo a que me expliques,
a que nos cuentes,
qué fue lo que te hice
para que nunca jamás,
consciente o peligrosamente 
inconsciente, se vuelva a repetir.
No quiero ser aliado,
quiero que el feminismo
atraviese todos y cada uno
de los ámbitos y actitudes
de mi vida.

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