martes, 10 de octubre de 2023

Indefensión. Parte III

Sabe a poco o a casi nada
cuando decides darte
por vencido;
lo que no solemos valorar
es cómo ese intento
ya nos ha cambiado
por dentro y por fuera.
Es justo y necesario
reconocer el mérito
y guardarte las fuerzas
para otros momentos,
que llegarán.
Hacer un ejercicio
de valoración
y sentir la impotencia
de que lo malo corroe
el doble de deprisa
de lo que cala lo bueno,
pues claramente
resulta insatisfactorio.

A las cosas por su nombre:
ceder por miedo a las represalias,
por una coacción calculada,
o por el chantaje emocional
de una de las tantas
incapacidades, o discapacidades
o diversidades
(llámalo como te salga
del patriarcado)
que posee el ser humano,
pues no es precisamente
el final que esperaba.
Es lo que tiene ser un equipo,
trabajar mediante
consensos, planificaciones
y propuestas de mejora.

Lo asumo mientras me reconzoco
cobarde tras mirarme
en el reflejo del charco.
Pero tampoco es eso,
somos mucho más inteligentes
y mejores ciudadanas.
Incluso así,
como pasa mediáticamente,
la sensación es la de 
la lucha entre David y Goliat,
haber si resultando
más bíblicos
nos hacen más caso.
También tiene que ver
con el poder y el mando,
con el liderazgo y el órdago,
con el respaldo
del que te gustaría
emanase un sindicato.

Cuando digo que no pasa nada
no lo digo el balde.
Sumamos otra situación
de maltrato
a nuestra lista inmensa
de subordinadas.
Pero no pasa nada
no porque no pase factura
o porque no vaya a haber
consecuencias,
sino porque de verdad
pienso y siento
que nos hacen más fuertes,
más sociales, más pedagógicas,
y en el esprint
nos habéis follado
con fullerías de trilero,
pero en carrera de fondo,
os vamos a dar las lecciones
de vuestras vidas.
La de un tipo de acompañamiento
al que jamás
le rozarás la suela de los zapatos,
y no solo a la infancia,
sino a cualquier persona
sean cuales sean sus circunstancias,
su trayectoría o su puta mochila
de mierda.
De verdad que me voy a beber
un chupito
cada vez que hagáis
alusión a esa palabra.

Qué suerte has tenido 
de que no nos hayamos
encontrado en otras plazas,
pero claro,
no tienes muchas pinta
de 15-M, ni de barrio,
ni de feminista.
Lo que pasa
es que a ti también
te queda un arduo camino.
Seguramente el de soportar
la envidia de nuestras
habilidades, la resignación
por nuestros conocimientos,
y la confrontación
con nuestra empatía.
Qué suerte has tenido
por haber dado con nosotras,
siempre en femenino.

Tu victoria,
pese a los límites que 
te hemos puesto,
no es en nombre
de un colectivo,
tú solo te defines
por tu ego y tus debilidades,
las que hace que una persona
quiera avasallar a otra
por encima de cualquier
circunstancia ajena.
Por eso,
cuando nos tengas que escuchar,
que lo harás,
recibirás tanto estilo y educación
que quizá, y sola quizás,
aprendas algo
por el bien común y general
de todas, no solo del tuyo.
Sentirás el peso
de nuestra práctica,
para que en un futuro
puedas acudir a ellas
y que sean ellas
las que te faciliten un poco la vida,
la misma,
que has intentado vilipendiar.

Te lo recordará este texto
y el propio significado
de la palabra indefensión,
la que sentimos nosotras,
con la que convivimos
diariamente
pese a desempeñar
unas de las labores
más fundamentales
de este planeta:
las de cuidar, amar y acompañar.
Caras de gilipollas
se nos han quedado a todas,
pero la tuya, por suerte,
se cala desde kilómetros,
sin la necesidad de verse,
solo con la sensación
de saber que transitamos
y sobrevivimos
al lado de sujetos
abruptamente mediocres,
y esa,
es la peor noticia
que tenenemos que darte,
en plural
y con el consentimiento
explícito de la otra parte.

Lo dejo por escrito
no por darte el gusto,
sino porque llevo
toda mi madurez
expresando con palabras
lo que pienso, siento y opino.
Hasta para eso
llegas tarde,
listillo.

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