que estamos hablando?
¿Acaso pensábamos
que no iba a volver a pasar?
Pues ha vuelto a ocurrir.
Dicen que el hombre,
en el desfasado género neutro,
es el único ser
que tropieza dos veces
con la misma piedra
y no les falta razón.
La cuestión, reflexiono,
es que hay que ponerle género,
siendo el hombre, históricamente
machista y privilegiado,
el que aunque se tropiece
por méritos propios,
eche balones fuera
y culpe a l@s demás.
Claro que también tiene
que ver con el feminismo
y el odio al movimiento,
pero eso es una mediocridad
que no analizaré en este texto,
y sin embargo queda latente.
Igual que siempre debe
existir el consentimiento,
también tenemos derecho
a negar segundas oportunidades,
sobre todo cuando tienes razones
y vibraciones de que algo
no va a salir bien.
Pero inultimente resilientes,
a veces,
lo volvemos a intentar
con la esperanza de fondo
y cierta confianza
en el sujeto,
que ya te ha dado motivos
de sobra para darle
un portazo en la cara
y sentir tanto el golpe
físico como simbólico.
Te mantienes firme
y consecuente
aunque tiemble la voz,
porque la justicia, o lo que
te parece justo, es como el agua
que necesitas para sobrevivir.
Y te lo llevas a lo personal,
a lo más personal que tienes,
en mi caso,
mis hij@s.
Y piensas en las veces
que ellas se verán envueltas
en situaciones tan desagradables
que les entrará ganas de tirar la toalla.
Y os voy a explicar, hij@s,
que tenéis derecho a tirarla
tantas veces lo necesitéis,
pero que del mismo modo,
si os veis con la fuerza suficiente,
tenéis derecho a mirar a la cara,
de frente y con asertividad,
y expresar un NO tan grande
como el corazón que os mantien viv@s.
No es miedo al conflicto;
tampoco las dudas
en su posible resolución.
Es la estupefacción
ante la falta de humildad
y el horror por la ausencia
de empatía.
Es el asombro,
tan libre como cualquier sustantivo,
a ejercer un poder tan tirano
y miserable
que pisotee al resto
sin ni siquiera haber
mirado el suelo.
Claro que siempre se trata
de mirar,
de mirar de dentro a afuera,
de abajo a arriba,
con intención solidaria
y ajustes comunitarios.
Pero no todas las personas
están preparadas, contamos con ello
aunque duela, aunque hoy día
sorprenda, aunque sepamos
que no hacen falta carnés
para ser algo o alguien.
El disgusto no deja
de ser algo superficial,
la verdadera decepción
la llevas por dentro,
no por darles el gusto
a los malvados, en masculino,
sino por sentir que necesitas
obligatoriamente estar SIEMPRE
a la altura de las circunstancias
con l@s demás,
especialmente con tus hij@s.
La clave está ahí
y no es la de poner
el foco en que alguien
quiera o aprenda a mirar,
eso lo doy por perdido,
le doy por perdido.
Por tanto
y hablando en términos
de memoria histórica,
no solo perdurarán los logros
y las victorias,
sino que serán las luchas,
los procesos y el posicionamiento,
lo que nos hará
seguir avanzando.
Tanas batallas perdamos,
tantos intentos
nos recordarán
que no nos pusimos de perfil
y que no merece la pena
morir por nada,
pero tampoco lo merece
el hecho de vivir de rodillas.
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