llegaría tan pronto
y no necesito ninguna excusa
para escribirla,
pero si me la dan,
pues mejor que mejor.
Han pasado tres años
y dos cursos
desde mi primer 17 de julio.
Estamos en lo cierto
quienes escribimos
hasta pronto y después,
porque lo que parecía
que iba a ser
una larga temporada
en el exilio,
se ha convertido
en otra oportunidad
anticipada
con la que no contábamos
hasta dentro de un tiempo.
Este 17 de julio será
escrito y recibido
desde los pueblos,
cada uno a su temperatura,
pero con el merecido descanso.
Con la vista puesta
en las vacaciones
y con el rabillo del ojo
en septiembre,
sin agobios,
sin prisas,
sin presiones,
pero con la comodidad
de volver a casa
por triplicado.
Si puede ser,
no queremos más desgracias;
si hay dramas,
que no sean para tanto;
y si nos encontramos baches,
que los habrá,
nos damos la mano y listo.
Lo escribo desde
el confort de una siesta,
desde el clamor del verano,
y desde las rebequitas
de las noches frescas.
Los códigos son los mismos,
los pactos acabarán llegando
y las herramientas
las sacaremos de la mochila
para guardar esta última
en lo más profundo del armario.
Claro que el listón está alto,
de mantiene igual
desde entonces.
Donde no habrá diferencias
ni cambios,
es en la actitud humilde
de acompañar con maestría
y quererse desde el trabajo,
sin medias tintas,
con la honestidad de riñonera
y la dignidad como epis.
Así que brindo
por todos los 17 de julio
que nos queden
sean cuales sean las circunstancias
y/o las condiciones.
Los cimientos están puestos,
la convivencia está definida,
las emociones son cazasueños
y el tránsito
os lo iremos contando
año a año.
Por la gente buena,
la gente buena
y la peña que se quiere.
_A Mi Bewüi, porque me da la gana
y porque es 17 de julio_
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