cuando le dije
que se tenía
que ir a dormir,
que ya no había más tele,
que pis, dientes y a la cama
que se acababa el día.
No dije nada, no le contesté,
ni siquiera pensé en sus motivos.
Se me vino a la cabeza
la de veces que he pensado
y manifestado esa misma frase.
No sé si lo hice
con cuatro años y medio,
pero sí sé
que lo he hecho
de bien mayorcito.
Duele, duele mucho,
pero sí ha sucedido
por algo será,
cada uno con su historia
y sus movidas,
pero remueve, remueve mucho.
No me impactó
la contundencia de la frase,
sus significantes
fueron bien distintos
a los míos.
Me impactó la asociación
y relación que hice
yo mismo a causa de
un puñado de palabras.
La mochila,
te dirán algunas,
pero lejos de los prejuicios
solo hablamos de sentimientos,
de recuerdos, de balazos
que te atravesaron el corazón
sin ninguna ánimo
de atajo psicológico.
Claro que hay padres malos,
mejores y peores,
presentes y ausentes,
conscientes y mediocres,
incluso muertos o desaparecidos.
Pero ser papá no te otorga
un carné vitalicio,
ni siquiera debería darte
ningún privilegio interesado
por encima de la infancia.
Ser padre se aprende,
se construye, se destruye,
se transforma, se deconstruye
y se vuelve a aprender.
La mala noticia
es que cuando decimos
"eres el peor padre del mundo",
en realidad no te estamos
comparando ni equiparando
con nadie,
sino que te estamos lanzando
una llamada de auxilio
desde la pérdida de confianza,
la decepción
y el más profundo de los dolores.
La buena noticia
es que casi siempre
estamos a tiempo
de rectificar, pedir perdón
e intentarlo de nuevo,
quizás con otras formas,
utilizando otras palabras,
jugando con los tiempos
y endulzando las miradas.
Otra vez tiene que ver
con la empatía y la habilidad
de cuidar a quien
tienes enfrente.
Lo teórico está ahí
y no siempre es tan complicado.
Las excusas también están
siempre ahí,
y son las que nos alejan
sin pudor ni posible redención
de la verdad más absoluta:
la de que nos quieren
y nos necesitan,
no en un sentido materialista,
sino en el ideológico.
El mundo de las ideas
aturde y confunde
a quien no se las toma en serio,
pero quién las acoge
humilde y con dos
dedos de frente,
se encuentra con un amplio valle
abierto y lleno de estrategias.
Estrategias que tienen
más que ver
con los entresijos
del mundo adulto,
que con toda la mierda
que creemos nos echan
nuestr@s propi@s hij@s.
Así que no,
no es cuestión de mochilas,
es cuetion de bibliotecas
y de accesibilidad del entorno
más cercano,
de sentirse querido,
competente y válido,
de que te arropen
cuando lo estás pidiendo
a gritos
y de conseguir arropar
hasta en los peores momentos.
Esto va de encajar los golpes
sin ápices de rencor,
sino con la suficiente
inteligencia y salud mental
de contestar a las preguntas
que nos están haciendo
sin habernos preguntado
una puta mierda.
En eso consiste el arte de educar.
Sé que no soy el peor padre
del mundo,
y que ni siquiera le resulto
malo de verdad,
pero sí que erro y yerro,
sí que me ausento a veces
estando en el mismo salón,
sí que desaparezco
en fantasías que allanen
el camino,
pero jamás me desearás muerto,
por eso voy a luchar
toda la vida,
por mantener tu amor
sin contratos ni cláusulas,
a fuego, con sangre,
de saliva,
a través de todas las ideas,
emociones y sentimientos
que quieras que compartamos.
Te lo juro, y yo nunca juro.
_Al mejor hijo del mundo_
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