que nos resultan indeseables
por el mal uso
o por lo que implican,
como por ejemplo
manada,
que pasó de asignar
a un conjunto familiar
de lobos, lobas y lobezn@s,
a denominar a una panda
de violadores y agresores sexuales,
todo hombres.
Algo parecido pasa
con la palabra olas,
con sabor estival,
algo saladas y con restos de arena,
ahora solo se adjetivan
con virus, calor extremo
y reaccionarios.
Hemos pasado de jugar
con las olas,
a que sean las olas
las que nos maten
en cualquiera de sus vertientes:
ola de covid,
ola de calor,
ola de fascismo.
Hasta el
ola ke ase
se ha quedado rancio
y desfasado.
El otro día
me preguntaba un colega que
por qué odio tanto el verano.
Pues porque el verano abrasa
y reduce las zonas de encuentro.
Porque no se puede estar
ni en la sombra
y los besos y abrazos
se procrastinan
para otras estaciones.
Porque las ventanas se abren
para que entren moscas
y ruido, demasiado ruido.
Porque peligran las vidas
de la gente que curra
en las calles
y los centros educativos
no suelen estar climatizados.
Porque vuelven a ganar
solo las eléctricas
aumentando su
volumen de ingresos
año tras año.
Porque el verano
es inflacionista
y mentiroso
como lo de que para
estar más guap@
hay que estar delgad@.
Porque hay demasiada
masa de gente
cuanto más intimidad buscamos.
Porque por la noche
no desconecta nadie,
ni folla nadie,
ni respira nadie.
Porque el sudor
irrita la cara,
escuece las ingles
y te enrojece el ano.
Porque el humor desaparece
y coge protagonismo el rumor,
que conduce al bulo
y al negacionismo.
Por estos
y algunos grados farenheit
de más,
odio el verano.
Claro que el verano
tiene cosas buenas y positivas,
pero eso lo dejo
para que te escribas tú
tu propio texto.
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