mejor lo estamos pasando,
más rápido se nos pasa el rato.
Y te gustaría que no,
que se parase el tiempo
para poder pagar un alquiler digno
justo en ese momento
en el que te quedarías a vivir.
Parar la vida unos instantes
para que eso
que te está gustando tanto,
se haga un bola de nieve gigante
que ruede y que ruede
sin parar,
casi sin pensar en
la posibilidad del final.
Somos así de gilipollas.
Cuando te ves inmerso
en una mezcla de felicidad
y diversión absolutas,
en su pleno desarrollo y apogeo,
ya estás pensando en el duelo
de cuando se vaya acabar.
La brevedad de lo bueno
es dos veces breve,
en comparación de cómo
se siente el peso
de todo lo malo que te pasa.
Somos así de ineficientes.
Actitudes con ce
y aptitudes con pe
que nos estropean
una experiencia
que estaba perfectamente
diseñada para pasarlo bien,
sin fallos ni errores de ejecución.
Una especie de momentos fugaces
equiparables al tiempo
que se tarda en dar
el pestañeo
que lo cambie todo,
o a ese suspiro
con inicio, desarrollo y desenlace
que te marca
el pasado, el presente y el futuro.
Incluso así,
te acordarás toda la vida de ellos
como si fueran esas fotografías
que nunca cambias
de la estantería de tu salón.
No hace falta un
análisis profundo
ni una reflexión exhaustiva
de las instantáneas,
solo darse el permiso
para no sentir
culpa ni remordimiento.
Hubo una época
que fui el campeón
en pasármelo bien,
el mejor de los mejores,
bien lo sabe él
cuando le contaba
al día siguiente,
colmado y satisfecho,
cómo había superado
cualquier expectativa
propia o ajena.
Él me sonreía
con actitud paternalista
y con el orgullo
de ser experto
en acompañar amistades.
Ahora, en retrospectiva,
pienso si aquello
no fue más
que meterse
un chicle en la boca
y sentir el esplendor
de su sabor
poco más de media hora.
En todo caso,
ese espacio fue ocupado
con la mejor de mis intenciones
y las más constructivas
de mis acciones que,
aunque resultaran breves,
dos veces breves,
dejaron la huella suficiente
como para determinar
los siguientes pasos.
Como ese vaso de agua
en verano,
interrumpiendo el juego infantil,
a modo de gasolina,
para seguir transitando el camino.
Si llegas a ser consciente
de todo lo bueno
que al mismo tiempo
resultó dos veces breves,
estarás preparada
para hacer de lo breve,
una especie de clímax
que te permita sentir
la máxima intensidad
de todos los nutrientes.
La brevedad es casi sinónima
de lo efímero,
de ti depende
la calidad y sensibilidad,
más allá de la cantidad y lo material.
Por tanto
y pese a lo poco que dure,
sigo celebrando cada momento
que merezca ser homejeado,
porque para ser justas,
hace falta ser muy valiente
y proactiva
de aquellos momentos,
lugares, personas e ideas
que nos hacen sentir
un poquito más felices.
_A Posi, de La Kuadrilla_
Nota de autor: Un texto de cuyo título no puedo apropiarme XXXIX
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