seguro,
te seguirá faltando
algún beso que dar.
Llenar un vacío
con el arte de seguir
demostrando cosas
¿por qué no?
Besos después de nada,
es sacarle algo de rédito
a algo que se ha desgastado,
intentarlo una vez más
pese a tenerlo todo en contra,
poner un punto y final
y que la expectativa no se desvanezca.
Besar, besar y besar
como programa, progama y programa,
a sabiendas de que tu proyecto
no va a ser el más votado,
pero coherentemente inconfundible.
La adolescencia,
donde sucede esa explosión de cambios,
esa macedonia de cosas
con un montón
de gente acercándose,
en la que odias y quieres
con la misma intensidad
y en la que te vas a dormir
sintiéndote un ruin
y un miserable,
más solo que la una,
sin posibilidad
de que nadie te bese.
Besos después de nada
es un hito adolescente.
O como ese verano interminable
que cada vez
se adelanta más a su propia estación,
que te ahoga y te consume
junto al sudor en cascada
por todo tu cuerpo.
Porque cuando hace calor,
la gente se besa menos
y cuando por las noches
no puedes dormir,
abrazarse no es una opción,
así que besos después de nada
sería como una remontada
histórica en el descuento.
Besar podría ser
un bonito final
cuando no ves el final,
o incluso tras el final,
cuando llega la nada,
besar en su forma infinitiva
me parece una buena
manera de acabar.
Que a nadie le obliguen a besar,
pero a quién le guste ser besado,
que reciba todos los besos
del mundo,
aunque el mundo,
sea cada vez menos humano.
Precisamente
cuando no esperas nada a cambio,
es cuando más sueles recibir,
sea malo o bueno,
pero con la guardia bajada
para enfrentarte al descubrimiento
por todos sus lados.
Cuando no esperes nada,
si estoy cerca
y si me dejas,
podré darte un beso
para que sientas algo
de lo que estabas buscando
o lo que estabas esperando.
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