pasando por el parque de Jovellanos,
para subir el Puerto de San Isidro,
frontera entre Asturias y León,
cruzando la puerta
del Parque Nacional
de Riaño y Mampodre,
vecinos de los Picos de Europa.
Tenemos nuevo Pueblo
en el norte
y eso no lo puede decir
todo el mundo.
La arboleda que te da la bienvenida
a Puebla de Lillo si entras
por el norte
y el embalse de Porma
y sus curvas si entras
por el sur.
Toda esa periferia
de picos, montañas y ríos
custodian
la que a partir de ahora
será nuestra casa
cuando queramos salir
de nuestra otra casa.
Vacas por la carretera
y perros sin collar
transitan el lugar
tanto en verano como en invierno.
Nada más llegar
se desatan las fiestas
durantes diez días
después de tres años de ausencia;
ni el cuartel de la guardia civil
'Todo por la patria',
puede afear
un ambiente festivo
que se celebra
entre calles calurosas de día
y húmedas de rocío
en la madrugada.
Precavidas recorremos
las calles, los caminos,
los puentes,
para dibujar el mapa
de los próximos años,
cuando de adolescentes
puedan recorrerlo
a solas,
con sus bicis
y sus pandillas rurales.
Me emociona la idea
de pensar
que este muro defensivo
determinará todos los veranos
dónde empezaremos
la vacaciones,
pero no dónde las terminaremos.
Los amores platónicos,
las amistades del mes de agosto,
cartas con código postal
a provincias separadas
por cientos de kilómetros,
a todo eso me huele un pueblo,
a todo eso me sabe la infancia
de tod@s aquell@s
que tengan un sitio
al que recurrir
con el río Silván
que lo atraviese todo.
Por la ventana,
el monte Susaron
nos da los buenos días
con golondrinas
jugando al pilla-pilla,
lagartijas sin temores
y el parque de la ermita de Las Nieves
como corazón
que bombea
toda la anatomía
de los dos kilómetros
de altura que tiene Lillo.
El Torreón que se ve
desde todas partes,
sus bares con bizcocho casero,
su estanco con postales
de hace cincuenta años,
la Casa del Parque que regenta Segundo,
la casa de la morera
de Teresa y César,
de Astorga y Lillo
con casa en Argüelles,
el autoservicio Sena
con precios inflados
a veinte kilómetros a la redonda,
la plaza y su fuente
de juegos populares,
la placa conmemorativa
de fosas comunes
y la piscina que sirve de evasión
para gran parte de Asturias.
Rutas que te conducen
a las vacas de alta montaña,
la de La Cervantina para
cuando seáis mayores,
la del Celorno nos
la hemos comido con patatas.
Tuvieron que venir
los de Aldea
a decirnos dónde
se cogen las moras, los guindos
y las cerezas,
así que les acogimos
como Isoba acoge su lago
o como la cascada de agua
de los Forfogones
esconde secretos fantásticos.
El Praíco del Lago Ausente
donde Aguja te dejó
montar en su lomo,
o el merendero donde cruzaste
el río con los pies descalzos.
Fueron días de añoranza
donde las cuatro
hicimos un seminario gratuito
de buenas prácticas,
donde la cachorra perfeccionó
su volteo para ver las cosas
desde otra perspectiva,
donde Chusti,
tu viejo oso panda de peluche
fue contigo a todos lados,
donde las camas hinchables
servían para saltar
y no para dormir,
donde ningún palo
le llegó a la altura de los zapatos
al que ya llevábamos
en el maletero,
donde la espuma
te tapó por completo,
donde mamá y papá
tuvieron muy poco tiempo
para ellas,
pero es que no íbamos para eso,
ya tendremos tiempo,
en definitiva,
donde un pueblo
que no contaba para nadie,
se convierte en patrimonio
para el resto de nuestras vidas.
Nunca habíamos estado
tanto tiempo fuera de casa,
pero es que pareciera
que llevásemos
la casa a cuestas
sin la necesidad
del obligado retorno.
Esta balada me supo a gloria,
hemos vuelto a vencer.
Estáis invitadas,
mi viejo no se equivocaba.
_A mi nuevo Pueblo_
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