ni el color de las bragas
que se ha puesto
dejando hueco
para una imaginación
un tanto divertida.
No flexiona
las piernas
al agacharse
y se pone
de puntillas
para besarme
el cuello
(es buena hasta
para hacerme "alto")
Escaleras interminables
y ropas cambiantes.
Ardores,
sudores
¡manda cojones!
Se hidrata
la piel
que alcanza
y confía
en la que
ahora se esconde
sin pedir ayuda,
un poquito orgullosa.
Llora y ríe
de cero a cien
en un segundo,
ríe y llora
de cien a cero,
eterno.
Si el baño
era pequeño,
ahora es diminuto,
pero seguimos
desengranándonos
con cada
cepillado de dientes.
Los pezones
se mojan solos
y un escalofrío
nos recorre
el cuerpo.
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