siempre el mismo,
cada vez
que viene
a casa
y pica el
telefonillo
dice con
voz de infante:
-¿Puede bajar Edu a jugar?-.
Qué mejor manera
de rememorar
aquellos años
de jungla
en las calles
sintiéndote
mayor y dueño
de tus propias
acciones,
sin supervisión.
Tardes fugaces
de chuches,
cromos
y juguetes,
no había coches
ni malotes.
Construyendo
identidad
y pertenencia
de grupo
de lo que
iba a ser
la pandilla
de tu vida.
Balcones comnitarios
donde no se sacaban
banderas manchadas,
si no que
se utilizaban
como atalayas
para que las madres,
nuestras madres,
gritaran
nuestros nombres
en incontables ocasiones
hasta que recibían
respuesta:
- ¡Un ratito más por fi!-.
Y subías
con churretes
en la cara,
magulladas
las rodillas,
elaborada
la estrategia
para evitar
la ducha.
Y así acababa
una tarde
históricamente
festiva
entre diario
con el único
deseo
de que la
siguiente,
le llegara
a la altura
de los zapatos.
_A es@s primer@s amig@s
(de verdad)
que aunque
ya no estén,
siempre serán l@s primer@s,
y a Hakam_
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