La siesta pacífica
de los domingos.
Atravesar el misterio
del bosque.
Los sonidos de jungla
de un patio de colegio.
El paseo de noche
dadas las manos.
El rincón ajardinado.
Un cajón lleno de secretos.
Envolver los regalos.
Escribir sin medias tintas.
Follarse un cerebro.
Viajar solamente
con billete de ida.
Cantar a pelo una canción
de hace veinte años.
Amar sin remilgos.
La taza de café humeante.
El cigarro que te
acorta la vida.
El vestido de aquel día.
Memoria intacta.
La dignidad por bandera.
Nadar en medio de mucha
gente desconocida.
Atrapar el silencio.
Ver la hoja caer.
La fotografía en blanco y negro.
Cortar el pan con cuchillo.
Leer un libro
con sabor a polvo.
El baile de fin de curso.
La serie que te encierra en casa.
Y después, la lluvia.
La compañía elegida.
El sexo por la mañana.
La personalidad de tu borrachera.
El cumpleaños sorpresa.
El aprobado inesperado.
La niebla, tierra de nadie.
La madre, ser perfecto.
El abrazo congelado
del tiempo por venir.
El beso entre dos lenguas
condenadas a cadena perpetua.
El bolsillo que contiene
objetos mágicos.
Hacer de la música una rutina.
Caricias artesanales.
Olores descomunales.
Pactos de sangre.
Descalzos nuestros pies.
Charco que espera ser pisado
Juego simbólico.
Ganas de volver a nacer
para,
ésta vez,
poder vencer.
Todas esas cosas que merecen la pena,
precisamente,
porque no las has tenido.
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