El hecho de irse
de la cama al sofá
implica perder
terreno,
acoger otra
derrota,
experimentar
ele frío
del destierro.
Asumir
el cansancio
de no estar
haciendo
bien las cosas,
sin mantas
que abriguen,
sin cuerpos
que se rocen.
La agonía
de unas
cuantas horas
que no deberían
darse,
los sueños
extraviados,
los músculos
engarrotados.
A pocos metros
de la salvación,
te hundes
en la arena,
poco a poco,
agonizante,
esperando
el final
de la noche
como si del
último aliento
se tratara.
para levantarte
encogido
y jodido
de las emociones
que desaprovechaste.
El otro,
quien reposa
en la cama,
resulta
malherido
por la soledad
de los días
espontáneos,
de las noches
eternas,
de los pies
helados.
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