Un día,
mi antiguo Director,
hermético en su despacho
de una segunda planta
evadida,
mi jefe sicario,
encerrado en su bata blanca casposa,
me dice
que no me sitúe
como SATÉLITE
frente a un
equipo maltratado.
Le miro
herido,
extrovertido,
deseándole
sol abrasador
entre las rejas de sus cejas,
a su celda de aislamiento
hastía,
convencido de que los SATÉLITES
son parte íntima
de los Planetas.
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